domingo, 6 de febrero de 2011

Regreso a casa ------------- Capítulo Quinto




            Subimos al Citroën Cx que estaba en el aparcamiento del hospital y nos dirigimos al hotel para recoger el equipaje.

            Yo iba sentado en los asientos traseros viendo el tráfico de la ciudad y a las gentes paseando por las aceras de las calles, observaba todo este movimiento que  me parecía como algo nuevo, era como si fuera la primera vez que veía el espectáculo callejero. Me sorprendía el ir y venir de la gente, era como un renacer a la vida, me estaba reincorporando, estaba saliendo del sopor.

            En diez minutos habían pagado la cuenta  del hotel, bajaron las maletas, las colocaron en el porta equipajes y estábamos en marcha, yo les esperé en el coche.

            Circulábamos por la autopista en dirección Alicante y nos manteníamos los tres en un profundo silencio, me daba la impresión que los tres nos encontrábamos en un proceso de recopilación de acontecimientos. Mi mujer, tenía la mirada perdida en el horizonte. Pedro conducía en silencio pero su cara también tenía una mueca de andar inmerso en pensamientos profundos. Yo, iba mirando el paisaje por la ventanilla de la izquierda, por la que de vez en cuando se divisaba el mar.

            La vista del mar me dejaba la mente en blanco, sin reacción, hasta que llegamos a la altura de la central nuclear de Valdellos.

            Reconocí la zona por donde circulaba el coche, estábamos delante de la nuclear, se contemplaba  una gran extensión del Mediterráneo y yo sabía que era allí donde nos hundimos. Un escalofrió me recorrió toda la espalda. Ahora la mar estaba en calma y brillante por los reflejos del sol en todo su cenit, pero a mí se me aparecían las gruesas olas y las ráfagas del viento huracanado me pegaban con fuerza en la cara. Me descompuse. Se me llenaron los ojos de lágrimas y los cerré. Me encontraba totalmente tenso y crispado con mis palpitaciones aceleradas, el pecho lo tenía oprimido y me costaba respirar.

            Me deje caer en los asientos e intenté controlar la respiración.
           
            Lo estaba pasando muy mal. Era tal el cúmulo de imágenes que se me presentaban que me estaban asfixiando.

            Conforme  el coche se iba alejando de la zona, yo me  iba relajando y volviendo a la normalidad, solamente se me quedó un dolor en las sienes.

            (Han transcurrido muchos años y cada vez que paso por esta zona tanto por carretera como en tren siempre me estremezco.)

            El coche se detuvo en un área de servicio de la A7 donde bajamos a tomar un tente en pie y que el conductor descansara un poco, estábamos cerca de Valencia a mitad del camino  de casa.

            Tomamos un sándwich mixto cada uno con una botella de agua. Durante el pequeño refrigerio, a penas se conversó, se respiraba  como un ambiente de recogimiento y de pensamientos internos. Fueron como cuatro frases cortas y escuetas,  algo así como “Ahora mismo estamos en casa”, “Nos estarán esperando”, sin mucho énfasis.

             Había sido duro todo lo acontecido y siempre estaba en mente que podía haber acabado peor.

            El viaje transcurrió sin ningún avatar.

            Cuando llegamos al campo, la casa de mis cuñados en la cual también vivían mis suegros y era donde estaban mis hijos, el recibimiento fue muy emotivo, mis hijos se me abrazaron con fuerza me besaban sin parar y no me soltaban.

            Los besos, los abrazos y los llantos de alegría se prodigaban por doquier.

            Fueron momentos tremendos emocionalmente.

            Indescriptibles.

            Estuvimos  poco tiempo en compañía de mis cuñados y mis suegros, recogimos a los niños y Pedro nos llevo a casa, ya estaríamos juntos y conversaríamos sobre el tema en un par de días.

            Teníamos necesidad de llegar a casa para estar juntos y tranquilos, nos necesitábamos, deseábamos acaparar nuestra proximidad, los cuatro unidos.

            Llegamos a la puerta de nuestra casa descendimos del vehículo descargamos el equipaje  y nos despedimos de mi cuñado.

            Abrió la puerta de la calle mi mujer, los chicos cogieron el equipaje entramos y nos dirigimos al ascensor, llegamos a nuestra planta  mamá abrió la puerta, entramos, me dirigí al salón y me dejé caer en el sofá.

            Mi mujer se sentó al lado mío abrazándome y nuestros hijos se colocaron uno cada lado de nosotros.

            Volvíamos a ser una familia....

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1 comentario:

J. Orlando B. dijo...

Con este quinto capítulo termino la primera parte del relato y como son muy cortos y es fin de semana voy a publicar el sexto, con el cual entramos en la segunda parte de la historia.

Que la disfruteis.

Un saludo

J. Orlando B.