miércoles, 26 de enero de 2011

El Hospital ---------- Capítulo Primero



Viernes cinco de abril de 1.991

            El enorme helicóptero blanco con las siglas del  S.A.R. tomó tierra en el helipuerto del Hospital Universitario Juan XXIII de Tarragona: un equipo de urgencias hacía treinta minutos que esperaba su llegada, preparados con todo lo necesario para hacerse cargo del naufrago, rescatado apenas hacía una hora por un barco ruso en medio de un temporal fuerza siete con vientos de más de ciento treinta kilómetros por hora, después de haber permanecido más de siete horas perdido en alta mar perdido a merced de las inclemencias y que venía en unas condiciones lamentables con problemas graves de hipotermia.
 
            El naufrago fue descendido del helicóptero con todo cuidado y depositado en una camilla cubierto con mantas de aluminio  trasladándole a toda prisa a un box de la planta de urgencias, donde le esperaba un grupo de especialistas dado lo complicado de estos casos que presentan cuadros con múltiples complicaciones.

            El paciente estaba en un estado de inconsciencia profunda.
            -Este hombre se nos va-.
           
            Inmediatamente me tomaron una vía, me introdujeron una sonda gástrica y otra en la uretra.

            -Intento hacerle una extracción y su sangre es muy densa, está casi coagulada-.

            -La hipotermia  y la deshidratación severa, se lo está cargando- dijo la doctora-.

            Esas fueron las primeras palabras que pude oír, desde que perdí el conocimiento al subir al helicóptero.

            Yo me encontraba en un estado extra sensorial como flotando en la nada. Ni sentía ni padecía.

            Escuchaba lo que se decía a mí alrededor pero parecía que no iba conmigo.

            -Quince miligramos de heparina*, rápido, se le puede producir una trombosis seguida de una isquemia y perderlo- Dijo de una forma preocupada y atenta la doctora.

            Que sensación de quietud y de bien estar, el mundo se podía hundir a mí alrededor, todo se disolvía en ecos en palabras sin sentido aparente.

            -MY FRIEND IS IN THE WATER-

            Mi inconsciente pensaba en mi compañero que estaba en el agua conmigo.
            No tenía consciencia de donde me encontraba ni con quien.
            Seguían mezclándose ideas, situaciones y acontecimientos, se me amontonaban en mi cerebro.

            Cambiaba del desasosiego a la quietud.

            Entretanto el personal que me atendía seguía intentado sacarme de la penosa situación con que había llegado al hospital.

            -Hay que estabilizarlo, su temperatura corporal es de veintiocho grados, hay que elevársela-.

            -Tenemos riesgo de fibrilación ventricular-.

            -Traer un desfibrilador, por si acaso hay que tenerlo a mano, cualquier movimiento brusco le podría producir un paro cardíaco-.

            Dijo la médica.

            -Sonda gástrica, lavado gástrico con líquidos calientes-.

            -Aplicar oxigeno pre humidificado y pre-calentado-.

            -Hay que intentar con soluciones intravenosas a 40ºC-

            -Tenemos que calentarlo de adentro hacia afuera-.

            -Tenemos que ponerlo por encima de los 32ºC, hasta que no lo consigamos el paciente está con un gran riesgo de que se nos vaya-.

            -Insisto hay que subirle la temperatura gradualmente es de vital importancia, colóquenle mantas-.

            Su permanencia en el agua fría ha sido demasiado prolongada- Siguió diciendo la doctora.

            Todo lo que estaban haciendo conmigo parecía que estaba resultando.

            Mi cuerpo fue reaccionando a todo el tratamiento, la temperatura ascendió lentamente  evitando otros daños mayores que se podían producir si no se hacía pausadamente pero sin pérdida de tiempo.

            Empecé a temblar.

            Los estertores de aquel pobre cuerpo magullado eran increíbles, la camilla donde se encontraba era un tintineo constante.

            El cuerpo saltaba, los brazos y piernas se movían sin control, esta reacción era lógica el cuerpo luchaba contra el frío, era una forma de defensa.

            -Hasta que no se le calmen los temblores no podemos hacerle las pruebas de lesiones internas y  medulares no se le puede mover en exceso- Adujo la doctora.

            El tiempo transcurría de una forma desigual, para mí, plácidamente como en el limbo, mi mente turbada por repentinos recuerdos y recientes vivencias que se entremezclaban que no podía entender si eran realidad o alucinaciones.
            ¡Ismael no te mueras!
            El bramido de la mar me atormentaba, que desazón, mi hijo llamándome desde lo más profundo 
            -Papa, no me dejes-
            Los minutos pasaban y la situación mejoraba lentamente, para el equipo médico no era suficiente. Seguía habiendo riesgo de trombosis.
            El box de reanimación era un ir y venir de médicos especialistas y enfermeras, todos querían actuar pero el caso tenía su procedimiento.
            Las tomas de temperatura se me hacían constantemente.
            Los temblores iban remitiendo, la palidez del paciente se iba tornando en un color rosáceo, el oxígeno pre-calentado y las mantas iban haciendo su efecto y el cuerpo entumecido por el agua y el frío iban reaccionando
            -Es conveniente que intentemos hacerle pruebas de sensibilidad en los miembros, no debemos esperar más sobre todo las pruebas medulares. No sabemos si el paciente ha sufrido alguna lesión en la columna, o  si tiene alguna fractura- Dijo la doctora.
            En ese preciso momento dije yo:
                                                “Agua, tengo sed
            Una enfermera que me oyó tomó una gasa humedecida y me la paso por los labios delicadamente, dejando caer una pequeña gota que se extendió por mi paladar reseco, ávido del preciado elemento.
            Sentí un gran alivio
            Desde el principio de mi ingreso por urgencias del hospital, tenía una vía tomada pero por la dureza de mi sangre no sé si me estaba hidratando lo suficiente.
             Después de tantas horas en el agua uno de los problemas más graves que me aquejaban era la deshidratación.
            La doctora al oírme entendió que después de cuatro horas en estado de shock los síntomas eran de llegar a unas buenas constantes.
            Era la hora de empezar a comprobar más puntos del estado del paciente.
            -A rayos-Dijo la doctora-.
            Rápidamente, en aquella camilla lleno de tubos y vías, se dispusieron a empujarla hacia la planta donde se encontraba la unidad de radio-diagnóstico.
             Allí notaba entre nubes como me zarandeaban para depositarme en la mesa del aparato de “Rayos-X”
            -Dios Santo..... Mi mujer.....Gracias a Dios estoy vivo......No le podía gastar esa putada-.
            Roturas óseas no se apreciaron, pero las magulladuras, los hematomas y los golpes son numerosos, se le aprecia un fuerte golpe en la zona lumbar, seguramente producido en el momento del rescate o en los diversos transbordos. Dijo el radiólogo...
            -Hacerle pruebas de sensibilidad en las extremidades inferiores por si hubiera alguna lesión neuronal-.
            Me devolvieron otra vez al lugar de donde procedía, al box de recuperación.
            -Parece que el paciente está recuperando el sentido lo suficiente como para colaborar en las pruebas-.
            Alguien me preguntó:
            ¿Cómo te llamas?...Creí oír.... –Armando-.....respondí a duras penas.
            -Bien.... Armando.....te vamos hacer unas pruebas, vas a sentir unos pequeños pinchazos en los pies, por favor dinos si los notas-...dijo el doctor.
            Pasaban el tiempo y yo no sentía nada, no sé si eran segundos o minutos, pero no sentía esos pinchazos que me anunció el doctor.
            ¡Joder...me habré quedado parapléjico!
            En una silla de ruedas para mis restos...que putada...
            Invalido...
            Y como me ganaré la vida....esto es una mierda...mierda...mierda.
            Una lágrima surgió de mis ojos cerrados en señal de rabia y desesperación.
            Y al mismo tiempo con la sumisión de que afortunadamente estaba vivo.
            El corazón me palpitaba con fuerza y me rebotaba en las sienes.
            Sentí el deseado pinchazo.......uno......al momento otro...y otro...
            Gracias Señor.......
            Estaba reconfortado, un calorcillo recorría mi cuerpo.
            Notaba como unas manos enérgicas me frotaban todo el cuerpo.
            Una voz angelical me decía: “Venga, que estas saliendo, ya estas con nosotros”
            Habían pasado ya seis horas desde que llegue al centro y mi espíritu parecía que volvía a estar conmigo. “Que bien”
            ¿Y Gerardo, como estaría?
            ¿Y mi mujer, se habrá enterado ya?
            Que desastre, se ha perdido el barco. Bueno estamos vivos.
            De repente oí una voz que decía:
            -Que ves-
            Yo respondí de una forma automática y natural:
            -Nada-
            -Y ahora- Dijo aquella voz imperativa.
            En ese momento y de una forma más consciente, le respondí:
            -Sombras moviéndose-.
            -Rápido, llamar al oftalmólogo este hombre tiene quemadas las corneas. Ordenó aquella voz.
            Coño...no...Ciego...no. Pensé yo.
            Prefiero estar cojo o manco....pero ciego no por favor.
            Que pasaría conmigo, ciego.
            No podría ver más a mis hijos, estaría siempre como metido en una cueva oscura, tendría que vivir el resto de mis días de recuerdos, siempre dependiendo de alguien, todo el mundo tendría lastima de mi.
            No pasó mucho rato, cuando me empezaron a manipular los párpados, comencé  a ver unas luces turbias y sombras que se movían a mí alrededor.
            Parece que no estoy ciego del todo, pensé, es posible que me lo puedan solucionar.
            Oía cuchichear a mi alrededor sin entender lo que decían, lo cual no me animaba lo más mínimo.
            Noté como me aplicaban unas cremas que al depositarlas en las pupilas las notaba frías, me colocaron unas gasas en los ojos y las sujetaron con unos esparadrapos.
            Al fin, oí una nueva voz que me decía:
            -No te preocupes son quemaduras del sol y de la sal, con un par de días con los ojos vendados te recuperaras-
            -Gracias doctor le respondí-.
            Notaba que los cuidados hacia mi persona eran infinitos, las palabras de cariño y de ánimo eran constantes y me reconfortaban dentro de mi confusión por todo lo acontecido.
            Me cosieron a pinchazos, cada dos por tres me estaban poniendo algún inyectable, que si antibióticos, subcutáneos en la zona abdominal, extracciones de sangre y no sé cuantas cosas más.
            Llevaba mascarilla de oxigeno, me notaba un tubo por la nariz, y otro en los genitales, y una serie de electrodos, se ve que estaba monitorizado.
            Había transcurrido un buen rato que no me manipulaban,  me encontraba más tranquilo, estaba entrando en un estado de ensoñación muy agradable.
            -Relájate. Me dijeron, te vamos a cambiar de cama, tú no hagas nada, tranquilo-.
            La sensación, fue la de un sin fin de potentes manos me elevaban a lo más alto, una sensación de ingravidez me rodeaba y frágilmente me depositaron en un mullido  lecho.
            -Ya has salido de lo peor y te vamos a llevar a una habitación de recuperación- Me dijo alguien.
            Noté como se movía la cama y me trasladaban, oí abrirse una puerta, subimos en un ascensor y continuó el desplazamiento, el movimiento se detuvo, se abrió una puerta, empujaron la cama dentro de la estancia, unos pasos se oían a mi alrededor, me pusieron una máscara de oxigeno y seguidamente oí cerrarse la puerta muy suavemente.
            La estancia quedó en silencio y en la más absoluta quietud.
            Yo seguía sumido en una profunda oscuridad
            Mi mente quedó en blanco y mi cuerpo flácido y en paz.
            No sé el tiempo que había transcurrido en ese estado cuando oí que me decían:
            ¿Como está hermano? Dijo una voz de ángel......
            ¿Quien eres? Contesté yo.
            -Soy la hermana Adela, Sor Adela, como te encuentras-
            Dígamelo usted, ¿que le han dicho los médicos? Le dije
            -Pues...pues...que... estar está, que tu evolución es buena. ¿Pero usted como se encuentra? Me contestó.
            -No lo sé hermana. No lo sé, confundido, cansado, desconcertado.
            ¿Donde estoy, y mi compañero? Le pregunte-
            -Estas en el Hospital Universitario Juan XXIII, es el hospital más grande e importante de Tarragona. Aquí es donde te trajo el helicóptero. Tu compañero esta en otro hospital.
            ¿Pero Gerardo está bien?
            -Si- Me contesto sor Adela.
            ¿Desde cuándo estoy aquí hermana? -Desde las ocho de la tarde-Me contesto.
            ¿Y qué hora es? -Las cuatro de la madrugada- Me dijo.
            ¿Quieres que llame a alguien de tu familia?
            ¿Cuando sale usted de guardia? Dije.
            -Dentro de cuatro horas, a las ocho de la mañana-. Me contestó.
            -Pues por favor, pregúntemelo a esa hora-.
            -Bien. Necesitas alguna cosa- Me preguntó.
            -No gracias hermana-
            Y silenciosamente se marchó de la misma forma que llegó.
            ¡Como iba yo hacer que a las cuatro de la madrugada llamaran a mi mujer! Impensable, le podía dar un susto de muerte, por como yo me sentía, parecía que estaba fuera de peligro, por lo cual empezaría la labor de informar a mi familia a partir de las ocho de la mañana.

            Mi mente empezó a darle vueltas a todo lo acontecido, preguntándome cómo había podido llegar a esta situación, que cúmulo de acontecimientos y casualidades se han podido entretejer para llegar hasta aquí.
            Fui recordando pasajes de todos los hechos ocurridos durante el día anterior y cayendo en el sueño inquieto, volvía a despertarme dentro del agobio alguna pesadilla, y en esta forma de duermevela se fueron pasando las horas, fue un descanso a medias pero descanso al fin y al cabo, mi cuerpo y mi espíritu lo necesitaba.