viernes, 11 de febrero de 2011

La portada de mi libro

Después de ver todos mis archivos de fotografías he optado por esta para la portada del libro. Se trata de un amanecer en la costa de El Campello (Alicante) cargado de nubes de tormenta, dejando filtrar los primeros rayos de sol del nuevo día. Creo que va muy acorde con la narración.



La Partida ----------------- 3ª Parte ** Capítulo Noveno




Jueves, cuatro de abril de 1.991


            A las cinco de la mañana estaba tomando una ducha para espabilarme, quería estar  totalmente despierto cuando llegara al barco para estar con todos los sentidos a la hora de repasar todos los pertrechos y la revisión de la embarcación antes de zarpar.

            Terminé de asearme y comencé a vestirme  de forma apropiada para navegar con la ropa que tenía preparada, zapatos Náuticos con suela de goma antideslizantes, otro par de zapatos de repuesto, dos pares de calcetines de lana, dos mudas de ropa interior, dos camisetas, dos camisas vaqueras de tela fuerte, dos pantalones vaqueros, un jersey de mar de lana, un cuello tipo verdugo de lana, unos guantes, un chubasquero, un anorak, una toalla y la bolsa de aseo y el saco de dormir, a importante, un rollo de papel de aseo por si acaso. Este es el equipamiento mínimo para hacerse a la mar un par de días y andar debidamente protegido para poderte cambiar en caso de  temporal y no ir permanentemente mojado o cambiarte cuando llegas a puerto o ir con ropa limpia durante el regreso de la travesía a casa y no ir hecho unos zorros como si vinieras de la guerra, oliendo a sudor y a sentina de barco hecho un guarro.

            Una vez ataviado, guardé la ropa de repuesto en la bolsa de viaje me puse el chubasquero, entre a la habitación e inclinándome sobre mí mujer  le di un beso de despedida a lo cual ella me abrazó diciéndome:
             “Ten cuidado que nos quedamos aquí esperándote”.

            Y salí de casa. Ya desayunaría en Santa Pola con el marinero.

            A las cinco y veinticinco ya estaba de camino  hacia Santa Pola para encontrarme con Gerardo el marinero, a pesar de lo temprano que era ya había tráfico en el trayecto, llegué al hotel  donde se hospedaba a las cinco y cincuenta, Gerardo ya me estaba esperando en recepción listo para dirigirnos hasta el Club Náutico donde se encontraba amarrado el barco listo para hacerse a la mar en cuanto llegáramos.

            -Buenos días Gerardo, espero que hayas descansado bien porque hoy nos espera un día largo de navegación-. Le dije.

            -Si, me acosté temprano ayer noche después de una cena ligera y me he levantado a las cinco y cuarto, estoy listo para el tirón, esperemos que la mar nos acompañe y sea un día tranquilo y sosegado-.
            -Ya veremos-. Le respondí. -La travesías pasa por varias zonas de influencia meteorológicas, tenemos la de Santa Pola influenciada por el Cabo de Palos con vientos del estrecho y la del cabo la Nao con vientos dominantes de levante, así que Dios dirá-.

            Salimos del hotel y nos dirigimos al Club Náutico, cuando llegamos aparqué el coche detrás del edificio principal al resguardo de las brisas de levante y sur que son las predominantes del lugar ya que el coche estaría tres días a la intemperie, bajamos y nos dirigimos hacia el barco, en el trayecto nos encontramos con el marinero de guardia Hilario, que al vernos llegar  se dirigió a nuestro encuentro.

            -Buenos días Sr. Armando, ¿se va a navegar?

            -Buenos días Hilario, si, nos vamos a entregar la 900  a Barcelona, la   que está amarrada  en el pantalán de cemento…

            ¿Necesitan algo de mí? Me preguntó.

            -Si, cuando vayamos a zarpar nos ayudas a soltar amarras, yo te llamo por radio. Si quieres  mientras preparamos el barco y calentamos motores, me pides el parte meteorológico hasta el Cabo de la Nao y te lo puedes quedar por si lo necesita alguien más. Gracias-.

            Abrimos el barco, colocamos las bolsas de viaje, los sacos de dormir, el maletín de la documentación, la bolsa de los artilugios de navegación y el tubo de las cartas en el camarote de proa momentáneamente.

            Le indique a Gerardo que fuese desmontando las lonas que cubrían las ventanas del salón y los mandos del puente alto. Estas lonas se colocan para proteger del sol y de la intemperie las cortinas, el interior del barco y el instrumental de navegación.

            Yo, por mi parte, abrí la escotilla de la pre-cámara de motores que se encontraba en la cubierta de la bañera y observé si las bocinas hacían agua o si había agua en la sentina.

            Estaban secas.
           
            Entré al salón y procedí a conectar el cuadro eléctrico, encendí las luces de  cabina, salí a la bañera y le dije a Gerardo que comprobara el punto muerto de las palancas de aceleración de los motores  del puente alto ya que iba a arrancarlos para que se calentaran.
           
            Hice yo lo propio con los mandos principales del salón y arranque el motor de estribor, salí a la bañera me asomé a la borda y  comprobé que saliera agua por el escape de estribor. Perfecto.

            Arranque el motor de babor e hice la misma comprobación, salía agua por el escape de babor.
            La presión de aceite bien.
            La corriente de los alternadores bien.
            Las revoluciones  mil doscientas al ralentí correctas.
            Volví a asomarme a la pre-cámara de motores para comprobar si había alguna fuga en la refrigeración de los motores, correcto.
            Tampoco se observaba humo. Genial
            Encendí todas las luces de navegación.

            Luz de alcance
            Luz de todo horizonte.
            Luz verde en estribor.
            Luz roja en babor.

            Le pedí a Gerardo que comprobara que todas estuvieran prendidas, que no hubiera ninguna fundida.

            Comprobé que las bombas de achique funcionaban poniéndolas en modo manual una a una, las tres de las que disponía el barco en la sentina. Perfectas.

            El funcionamiento de los limpia-parabrisas era correcto.

            Accioné el molinete en el modo “cobrar” y en el modo “largar”, funcionamiento correcto.

            Comprobamos el cierre correcto de todos los portillos uno a uno de los camarotes, del aseo, de la cocina y el cierre de las ventanas del salón, los cerramos y los aseguramos.

            Cambie el frigorífico de corriente alterna a corriente continua.

            Le pedí a Gerardo que desconectara el cable de corriente de tierra y lo estibara en el armario de estribor de la bañera. Le hice inca pié que desconectara primero de la torreta de tierra por si  caía al agua por accidente no llevara corriente el cable y cortocircuitara toda la instalación de la embarcación

            El barco estaba comprobado y listo para hacerse a la mar.
.
            Bueno, cerré la escotilla de la bañera de la pre-cámara para evitar accidentes y a continuación  cerré  las puertas correderas de acceso al salón del barco y le dije a Gerardo que nos íbamos a recoger el parte de la meteorología que le encargué al marinero y después nos tomaríamos un café mientas se calentaban los motores de la embarcación.

            Llegamos al edificio de marinería del puerto y le recogimos una copia del parte meteorológico de la zona comprendida de Cabo de Palos a Cabo la Nao emitido a las seis de la mañana o sea “calentito”, le di las gracias al marinero le propuse que se viniera con nosotros a tomas un café pero se excusó diciendo que no podía estaba de guardia y solo.
           
            Entramos en la cafetería de marinería y pedimos un café.

            Aproveché para darle un vistazo al parte mientras nos servían y comentarlo con Gerardo.

            Teníamos suroeste fuerza dos, despejado. Genial, llevábamos un suave viento por nuestra popa, a favor nuestro. Perfecto. Navegación tranquila y equilibrada, llevaríamos el barco muy estabilizado.

            Tomamos el café  de una forma rápida, nos sirvió para calentarnos y tonificarnos un poco, pagué la cuenta salimos del bar  encaminándonos de regreso al barco.

            Ya deberían de estar calientes los motores.

            Al pasar por la puerta de marinería le dije al marinero que en cinco minutos nos hacíamos a la mar, le comenté que por favor no olvidará dar de baja el barco y que pusiera la hora y el destino, era muy importante. Él asintió con la cabeza y me dijo que no me preocupara y continuó diciendo:

            -Me voy con ustedes, les acompaño hasta el barco-.

            Gerardo y yo embarcamos, abrí las puertas correderas del salón y las trinqué comprobé la temperatura de los motores, perfectas, comprobé que todo estuviera trincado, abrí el tubo de las cartas y las saqué, elegí la correspondiente al Cabo de Santa Pola hasta el Cabo de la Nao y la extendí sobre la mesa, saqué la escuadra el cartabón la regla, el transportador de ángulos, el compás de puntas y los lápices de cera de la bolsa donde los tenía guardados así como el compás electrónico para sacar demoras y el V.H.F. portátil, todo lo situé estratégicamente sobre la mesa para podernos situar y comunicarnos durante la travesía. También traje un portulano de casa para  comparar las siluetas y los accidentes costeros que vería desde el barco con los del libro cuando me quisiera situar, iba a ser la primera vez que lo utilizaría, ya que siempre que había transportado algún barco por mar habían estado dotados de instrumentación electrónica de navegación como radar, plotter y G.P.S., en esta ocasión el armador no lo dotó absolutamente de nada, tenía que navegar a la vieja usanza, a pelo como los verdaderos lobos de mar, la verdad es que me hacía ilusión comprobar que no había perdido mis conocimientos de cálculos marinos.

            Tampoco iban a ser cálculos complicados, cuatro demoras, cuatro distancias y listo, sabía que no iba a necesitar sextante ya que no pretendía perder tierra de vista, no me iba a alejar de la costa.
           
            Me coloque el verdugo como si de una gorra se tratase, me puse el anorak y guardé los guantes en el bolsillo, salí a la bañera y le dije a Gerardo que aligerara las amaras que salíamos de inmediato.

            Ascendí al puente alto por las escalerillas.

             Me gustaba salir desde el flay, se puede controlar mejor la maniobra de zarpar infinitamente mejor que desde el puesto de mando del interior. Comprobé que toda la instrumentación marcaba correctamente, la presión del aceite, el voltaje que suministraban los alternadores, aceleré los motores en vacío para comprobar que  los cuenta revoluciones marcaban bien, comprobé que los timones estuvieran a la vía y volviéndome hacia popa le dije a Gerardo:
           
            -Estas listo para soltar amarras  de popa-.
           
            -Si, estoy listo…

            Eran las siete de la mañana.

            -Suelta amaras de popa-.

            El marinero del puerto se apresuró a recogerlas en el aire conforme Gerardo las soltaba una a una y se las lanzaba. Fue muy sencillo y rápido porque estaban aligeradas de antemano.
            Cuando el barco estuvo libre de popa se deslizo suavemente avante por el efecto de tirón que ejercía la amarra de proa que tiraba de él.

            Rápidamente Gerardo se había situado a proa para soltar la amarra cuando yo se lo ordenara.

            Cuando el barco se situó en la vertical del fondeo de proa le ordené a Gerardo que largara el amarre de proa, di una palada avante para que el barco no perdiera la inercia de la  arrancada y así pudiera salir prácticamente solo de su atraque, se trataba de no hacer girar en demasía las hélices para evitar que se pudieran enredar con la amarra de proa y su guía que se estaba hundiendo y que quedaban sujetas al muerto del fondo.

            Una segunda palada y el barco estaba fuera del amarre.
           
            Hice avante con el motor de estribor y un par de paladas atrás con el de babor, el barco cayó 90º a babor  quedando paralelo al pantalán de cemento, di avante con los dos motores y fuimos pasando por delante de las proas de todos los barcos amarados en el.

            El marinero del puerto acompañó al barco desde tierra hasta que llegamos a la cabeza del pantalán y nos despidió levantando el brazo a lo que le respondimos nosotros con el mismo gesto de despedida.

            Caí 135º a estribor para dirigirme a la bocana del puerto y salir a mar abierto, soplaba un ligero viento de poniente por la proa, que pronto lo tendríamos a nuestro favor en cuanto cogiéramos el rumbo correcto.
            Gerardo, se afanaba por recoger las seis defensas que llevaba el barco, tres a cada banda amarradas a los candeleros del pasamanos, una vez que las hubo recogido las estibó en sus alojamientos, se metió en la cabina para abrigarse y lo oí por detrás de mi subir las escalerillas  del puente alto para  sentarse a mi lado.

             ¿Que, hace fresquete? Le pregunté.

            -Si, hace un biruji que corta el cutis. Me contestó riéndose-.

            Por la banda de babor en el espigón de levante se veía un mercante cargando sal, en los muelles se observaba ya una actividad incipiente, en algunas zonas  los pescadores de caña estaban acurrucados al lado de los norais que les servían de mesas ocasionales donde tenían las cajas de los cebos, esperaban pacientemente que picaran las presas, quizás algún jurel despistado.

            Nos encontrábamos fuera de la bocana, viré a babor casi 180ºpara enfilar rumbo 083º a pasar entre el cabo de Santa Pola a una milla de la costa y la isla de Tabarca, recorreríamos una distancia de aproximadamente tres millas hasta el cabo después pondría  rumbo directo al Cabo la Nao.

            Aceleré los motores  hasta las dos mil quinientas vueltas, unos 20 nudos, esta sería la velocidad de crucero que deseaba mantener durante toda la travesía si la mar me lo permitía, no era conveniente forzar los motores a mas revoluciones, el rodaje debía de hacerse correctamente para que la mecánica se fueran ajustando sin brusquedad, hay que tener en cuenta que los motores de los barcos no llevan caja de cambios, es como si fueran siempre en primera, quiere decirse que van un tanto forzados, por lo tanto hay que cuidarlos y revisarlos constantemente.

            El viaje había comenzado, la compañía era agradable, al hombre se le veía con ganas y sabía manejarse en el barco, la meteorología era perfecta “de momento” esperemos que no cambie, disfrutemos de la navegada y del paisaje.
           
            El barco con el viento y la mar de popa se deslizaba con toda suavidad, el viento que producía el avance del barco nos daba en la cara, el Sol repuntaba en el horizonte convirtiendo la isla de Tabarca en una sombra recortada en tonos rojizos y dorados, toda una belleza digna de ser admirada, algunas luces parpadeantes se observaban en el horizonte de barcos arrastreros de Santa Pola faenando.

             Saqué el paquete de tabaco del bolsillo del anorak, le ofrecí uno a Gerardo, me puse uno en la boca y cada uno se lo encendió como pudo, ya en el exterior es toda una maniobra encender fuego como es de suponer. Gerardo se levantó, se volvió de espaldas y encendió, a continuación me ofreció su cigarrillo y con la brasa encendí el mío. Toda una historia.

            Me coloqué los guantes y nos dispusimos a pasar un poquito de frío en el puente alto hasta que despuntara el día y se viera todo más claro.

            Esto era una costumbre mía, no me gustaba navegar dentro de la cabina durante el amanecer, la poca visibilidad y los reflejos del sol en su despertar no te dejan otear bien el horizonte y de madrugada costeando te encuentras muchos barcos pesqueros por la zona, tienes que ir con siete ojos, en cualquier descuido te aparece un arrastrero o un deportivo en sus labores de pesca, así que disfrutaríamos de las vistas y del amanecer en el mar que es espectacular, el sonido del agua rompiendo en nuestra proa y algún roción que otro que nos espabilaba, nos hacían sentirnos verdaderos hombres de mar.
           
            Pero hacía un frío que pelaba.

             Navegábamos paralelos a  la costa que transcurría por la banda de babor, se apreciaban las luces de las casas  de la avenida de Santiago Bernabéu, el astillero de Batasa, la zona residencial de Santa Pola del Este.

             La Isla por la amura de estribor se iba haciendo cada vez más grande y los rayos de sol del amanecer la iban coronando dándole un esplendor increíble.

            Le pregunte a Gerardo: ¿Has traído una cámara fotográfica?

            -No-. Me respondió

            Que pena, a mí también se me ha olvidado, bueno, disfrutemos del momento. Dije yo.

            Nos encontrábamos entre la isla y el cabo y por la amura de babor la bahía de Alicante, era el momento de variar el rumbo.

            Suavemente giré la rueda del timón a babor hasta que la aguja del compás de bitácora marcó  nuestro nuevo rumbo 049º, directo al cabo de la Nao, si todo iba igual de bien en dos horas y media nos situaríamos a su altura y habríamos cubierto una distancia de 55 millas mas de nuestra travesía.

            Por la orografía de la costa alicantina, por la banda de babor constantemente iban a desfilar  un sin fin de pequeños cabos que resguardan el mismo número de bahías y de esplendidas playas de este bonito litoral, estábamos en la bahía de Alicante  que comienza con la extensa playa de los Arenales del sol.

            Estábamos dejando atrás la ciudad de Alicante y acercándonos al Cabo de Huertas que es el principio de la playa de San Juan.

            Delante de El Campello y Villajoyosa encontramos gran tráfico de arrastreros en plena faena, les saludamos con nuestra bocina.

            Benidorm y su isla se quedaron a tres millas por babor.

            Llevábamos una hora y media navegando desde que doblamos el Cabo de Santa Pola, era el momento de darle un vistazo a la cámara de motores y  comprobar el calentamiento y el goteo de agua de las bocinas de los ejes.

            -Gerardo, vamos a bajar y a manejar desde el salón y le damos un vistazo a la mecánica-.

            Reduje la velocidad hasta poner en punto muerto los motores y descendimos  hasta la bañera, le dije a Gerardo que diera avante a los motores y mantuviera al 049 a unos 12 nudos o hasta que se estabilizara el barco lo mejor posible.

            Abrí la escotilla de la bañera y me introduje en la angosta pre-cámara de motores, toque con una mano y con precaución las bocinas de los ejes y note que estaban tibias tirando a frías, estupendo, no salía ni una gota de agua lo que demostraba que el retorno funcionaba bien y que el apriete era perfecto, no habían vibraciones, no  observé aceite en la sentina ni olor a humo en la cámara, todo OK.

            Salí cerré la escotilla, me incorporé y apoyándome en el pasamanos tome una gran bocanada de aire fresco.

            Tengo que confesar que no me agrada bajar a las máquinas, me agobia, pero no es de ahora ya me agobiaba en los barcos grandes de guerra en los que ocasionalmente descendía a visitar las amplias  cámaras de motores donde se alojaban las enormes turbinas de vapor y las impresionantes maquinas alimentadas por fuel,   pero aquí es diferente hay que hacerlo es responsabilidad mía, hay que velar por la seguridad de la embarcación que es la nuestra propia, la de la tripulación.

            -Bueno Gerardo, todo en orden, acelera a 24 nudos de crucero, recuperemos un poco el tiempo perdido y hagamos que estos motores durante quince o veinte minutos se suelten un poco y no se hagan vagos-.

            Desde Punta Albir se divisaban las playas de Altea y al fondo por la proa el bonito y elegante Peñón de Ifach.

            ¿Quieres tomar algo?, son casi las nueve y solo llevamos un café en el estómago, lo suyo sería un bocadillo, ¿que te parece? Le pregunté a Gerardo-. 

            -Tengo más hambre que el que se perdió en la isla. Me contestó sonriendo-.

            Bajé a la cocina, abrí la nevera y tomé las bolsas del embutido que habíamos comprado la tarde anterior, un poco de jamón, salchichón, chorizo y unas lonchas de queso, del armario cojín el paquete de pan de molde, lo destapé sacando de él ocho rebanadas, abrí las bolsas del embutido y confeccioné cuatro bocadillos con abundancia en su interior, una buena cantidad  de fiambre y queso, los envolví en una servilleta y le pregunté a Gerardo que quería beber  coca cola o agua, a lo que me respondió que prefería agua.

             Le acerqué hasta el puesto de mando  los dos bocadillos y una botellita de agua, yo tome los míos también con una botella de agua y me acomodé en la mesa del salón junto a las cartas de navegación, las parte un poco a si como los utensilios y me dispuse a tomar el apetitoso almuerzo que creo que nos habíamos ganado, porque en un barco si quieres puedes estar haciendo cosas las veinticuatro horas del día, siempre hay algo que hacer.

            Durante el trascurso del mismo, entre bocado y bocado, Gerardo y yo comentábamos lo bien que se estaba comportando la embarcación y el buen tiempo que estábamos teniendo, conversamos un poco sobre nuestras respectivas familias y al final del almuerzo nos turnamos en el mando de la embarcación para salir a la bañera y fumarnos un cigarrillo.

            Baje las revoluciones de los motores y puse el barco a 20 nudos ya era suficiente ya habíamos recuperado casi todo el tiempo que perdimos durante la comprobación de la mecánica.

            A media milla por estribor estábamos  rozando Calpe con su Peñón de Ifach, que por cierto el otro día leyendo un artículo sobre esta ciudad costera me enteré que el Peñón formaba  parte de las cercanas montaña y a causa de un desprendimiento que rodó hasta el mar generó este paisaje de lo más peculiar y único en todo el Mediterráneo, lo cual me sorprendió muchísimo, desconocía esta historia.

            Una familia de delfines nos iba acompañando al costado del barco y de vez en cuando hacían pirueta en la proa cruzándose de una banda a otra, daban saltos saliendo del agua, se sumergían y emergían constantemente, disfrutamos durante un buen rato de su agradable compañía.
            Ya distinguíamos por nuestra proa el cabo de Moraira en primer lugar y el Cabo la Nao unas millas después , mas hacia levante, calculaba yo a la altura de la Nao, se veían un conglomerado de nubes del tipo cumulo-nimbo, eso podía presagiar lluvia.

            Estaríamos aproximadamente a unas quince millas del Cabo la Nao.

            Pensé que debía de llamar a la costera para informarme de la situación meteorológica que me podía encontrar en la zona del Cabo la Nao y del Golfo de Valencia.

            Cogí papel y lápiz, tomé el micrófono del V.H.F., sintonice el canal 16 de emergencias y llamé a la radio costera.
            -Cabo la Nao Radio, aquí embarcación Seamar 900 que llama, ¿me recibe? Cambio-.

            -Aquí cabo la Nao Radio para embarcación Seamar 900, le recibo fuerte y claro, pase al canal 35-.

            -Aquí Seamar 900, recibido, paso al canal 35-.

            Una vez sintonizado el canal 35 al que me había enviado el operador de la radio costera, proseguí con la comunicación para consultarle el parte meteorológico del cabo de la Nao hacia el Golfo de Valencia, y a la vista de lo que me comunicaran que es lo que debíamos hacer si poner rumbo directo hacia las Fuentes o si costeábamos para resguardarnos de posibles inconveniencias de la mar, decisión que tomaría según nos aclararan el panorama meteorológico que nos esperaba...

            -Cabo la Nao Radio, aquí embarcación Seamar 900,  nos encontramos a quince millas del Cabo de la Nao con destino al puerto de Alcocebres le solicito parte meteorológico del Cabo la Nao, Golfo de Valencia hasta el Delta del Ebro. Cambio-.

            -Recibido Seamar 900, tome nota-.

            -Viento de suroeste fuerza dos rolando a sur, despejado en el Golfo de Valencia. Se espera viento de levante hacia las trece horas fuerza tres a cuatro en el golfo de Valencia. Fin de transmisión-.

            -Recibido Cabo la Nao radio. Desearía comunicación telefónica con el siguiente número, 96541xxx y quiero hablar de persona a persona  con el Sr. Peter Delmon. Mi nombre es  Armando Barrios. Cambio.-

-Aquí Cabo la Nao radio, recibido, manténgase a la escucha. Cambio-.

            Transcurrieron un par de minutos y escuche por el altavoz del radio teléfono:
           
            -Seamar 900 hable-.

            -Soy Armando con quien hablo. Cambio-.

            -Soy Peter, como vais, que tal va la travesía. Cambio-.

            -Bien, hemos salido esta mañana a las siete, llevamos viento de popa y el barco se está comportando bien, nos quedarán unas quince  millas para doblar el Cabo la Nao. Cambio-.

            -Estupendo, si tenéis alguna novedad durante el viaje, házmelo saber por lo demás sin novedad, llevar cuidado y buena travesía. Cambio-.

            -Gracias, mañana volveré a llamar desde tierra y si no hay ninguna novedad. Corto-.

            -Cabo la Nao Radio aquí embarcación Seamar900. Ya he terminado mi comunicación con tierra. Gracias. Corto-.

            -Recibido Seamar. Buen viaje. Corto-.
            Volví en escucha al canal 16, que es el que se lleva en navegación, es el canal por el cual se reciben todas las comunicaciones de emergencias y llamadas de socorro de todos los barcos  así como los informes  e indicaciones para la navegación de las autoridades navales. También se pueden hacer localizaciones de otros barcos por este canal, pero una vez localizado se sintoniza otro canal para conversar.

            Empezamos a doblar el Cabo la Nao y el mar se quedó en calma al estar al abrigo de los acantilados, pasaríamos delante de la isla del Portixol y después veríamos la bahía de Javea al pie del cabo San Antonio.

            Una vez tuve claro el Cabo la Nao, puse rumbo Norte navegaría a ese rumbo hasta pasar el Cabo San Antonio y vería como estaba la mar en el golfo de Valencia, entonces decidiría si costeábamos o hacíamos rumbo directo hacia las Fuentes (Alcocebres).

            Las nubes que divisamos cuando estábamos a la altura de Moraira estaban más lejos de la costa, hacia levante, eso nos presagiaba viento de poniente encima del Mongó y en el golfo de Valencia pero desaparecía el riesgo de lluvias.

            Habíamos navegado las cinco millas que separan el Cabo la Nao del Cabo de San Antonio, teníamos por el través de babor la bahía de Javea. Conforme nos internábamos en el golfo empezamos a recibir viento de poniente, lo calculé sobre una fuerza cuatro, se empezaban a formar borreguillos, por lo cual me decidí acercarme a tierra e ir costeando en vez de hacer rumbo directo, consideré que haríamos una travesía más cómoda a costa de hacer veinte o treinta millas mas, pero iríamos más protegidos costeando.

            Me senté en el sofá abrí el tubo de las cartas las desplegué en la mesa y escogí la correspondiente a la que comprende desde el Cabo la Nao hasta el delta del Ebro, la extendí sobre la mesa y las demás cartas las volví a guardar debidamente enrolladas en el tubo que deposité en el respaldo del sofá, cogí el compás electrónico salí al exterior en la bañera, me situé en el centro flexioné las rodillas y trate de estabilizarme al máximo para tomar las demoras al cabo San Antonio y al espigón del Puerto de Denia, una vez tomado nota, entré en el salón, cerré las correderas y me acomodé en el sofá, cogí la escuadra y el cartabón y tracé las demoras que había tomado nota anteriormente. Los trazos de las demoras se cortaban en un punto que era nuestra posición sobre la carta, estábamos en Lat. 38º 48´24´´ Norte y Long. 0º 14´ 06´´ Este, a dos millas del cabo y a  seis millas y media del espigón de Denia y a cincuenta millas  rumbo 320º de Valencia donde cambiaríamos de rumbo.

            Calculé que sobre las dos de la tarde llegaríamos a la altura de Valencia si manteníamos este crucero de veinte nudos, pero no nos podíamos fiar de los cambios del viento, que en esta zona sobre la una era probable que rolara a Sur y paulatinamente a Levante.

            Decidí que era el momento de hacer otra pequeña revisión a la mecánica del barco y esta vez le tocaba a Gerardo.

            -¡Eh! Don Gerardo, que esta vez te toca a ti meterte en los motores, revisa la estanqueidad, los olores, el posible humo fugas de gasóleo y refrigerante de los motores, agua en la sentina y temperatura de las bocinas de los ejes-.

            -Venga, tomo yo los mandos y le bajo vueltas a los motores-.

            Gerardo salió a la bañera y abrió la escotilla de la pre-cámara de motores, puse el barco a diez nudos popa a la mar, rumbo 090º a favor del oleaje para navegar más cómodos y que Gerardo trabajara con el menor balanceo  posibles. Mantuve el barco lo más estable que fui capaz.

            Diez minutos tardó Gerardo en salir de las profundidades del barco, cerro la trampilla y entró al salón, le observe una carita de agobio, parece ser que como a mí no le sentaba muy bien andar  por las entrañas de los barcos.

            -Bueno ¿qué tal, todo correcto? Le pregunté, mientras recuperaba el rumbo y la velocidad del barco aunque en esta ocasión la velocidad la acoplé a dieciocho nudos porque la mar estaba un poco mas bronca-.

            -Si, todo correcto, pero no puedo con la sentina de los barcos, me pongo malo si estoy mucho tiempo dentro-.

            Pasamos a la altura del puerto de Denia cerca de  aquel largo espigón que se interna en el mar, el cual me parece un peligro para la navegación o a mi por lo menos me lo parece, sobre todo  en esos días de niebla, te lo puedes encontrar de repente si vas muy cerca de la costa y no llevas radar.

            La costa del golfo de Valencia se caracteriza por ser baja disponiendo de enormes playas, la proximidad de los huertos de naranjos al mar le da un aire especial, lo que ocurre es que el exceso de urbanizaciones próximas a la costa está alejando los cultivos hacia el interior. Se ve mucho hormigón, es una pena pero es el progreso, el consumismo se están apoderando del paisaje.

            Eran las doce y el viento estaba rolando a levante, comenzaba a rachear y a cambiar de dirección, navegábamos un poco a tirones en el momento que amainaba acelerábamos un par de nudos o tres, pero volvíamos otra vez a los dieciocho nudos, adaptando la velocidad al momento, al capricho de la inestabilidad de las rachas de viento.

            Por la amura de babor se divisaba Cabo Blanco y la Montaña de Cullera, tardaríamos más tiempo en llegar  a la altura de Valencia  ya que la mar nos aconseja tomárnoslo con más calma, bueno, no importa, tampoco llevamos tanta prisa, el caso era llegar sin novedad a puerto y acabar la singladura de hoy sin ningún percance, tampoco tenemos que estar en ninguna feria ni nos espera ninguna grúa para sacar el barco del agua. Disfrutemos de la travesía que es mas distraída si está un poco movida la mar, nos hace estar más despiertos y al tanto de cualquier ruido o eventualidad.

            El viento ya entraba de levante combinándose con la fuerza del mar empujando el barco por la banda de estribor arrastrándolo hacia tierra, por lo que tenía que ir retocando el rumbo constantemente para corregir la deriva a babor. La navegación se hacía más complicada conforme avanzábamos, por lo tanto los turnos de al timón serían más cortos para ir mas descansados.

            Los rociones eran constantes a causa de los embates del mar, teníamos que poner los limpias en marcha más a menudo, repase de nuevo el interior del marco para comprobar que todo estuviera bien arranchado y evitar que cayeran las cosas a la cubierta, me cercioré que los portillos no tuvieran ninguna entrada de agua.

            Me daba la impresión que habíamos caído algo a la costa a consecuencia del embate de los elementos, por lo que tome el compás electrónico y me dispuse a tomar nuevos datos para situar nuevamente la posición del barco.
           
            Fui en busca del chubasquero y la gorra que se encontraban en la cocina me la calé hasta los ojos y salí a la bañera, apoyándome en los resguardos de las bandas y los escalones del pasillo tomé las enfilaciones de la Montaña de Cullera que la tenía por la aleta de babor  y fijándome bien y tomándola varias veces apunte hacia la bocana y las grúas del puerto de Valencia, cosa que me costo por la distancia y los movimientos del barco.

            Entré al salón, me despojé del chubasquero y la gorra y me dispuse a trasladar los datos a la carta.

            Bueno más o menos nos encontrábamos en Lat. 39º 17´27´´ Norte  Long. 0º 11´ 34´´ Oeste, a unas cinco millas perpendicular a la costa  o sea una millas más cerca que lo que habíamos previsto cuando calculamos el rumbo desde el Cabo de San Antonio. No era preocupante, pero una comprobación de situación de vez en cuando no está mal, tenemos que andar prevenidos en caso de que ocurriera algún evento y poder dar nuestra situación estimada en cada momento.
            A partir de aquí iremos paralelos a la costa hasta la altura de Valencia donde cambiaremos de rumbo para dirigirnos a las Fuentes, que cálculo que será un rumbo directo.

            -A ver Gerardo, nuevo rumbo, cae a estribor al 000º al norte hasta la altura de Valencia, tardaremos sobre cuarenta y cinco minutos o sea cerca de las tres de la tarde. Le dije a mi buen y callado compañero de viaje-.

            Tenía Gerardo el barco estabilizado a doce nudos, al 000º rumbo norte, me acerque al puesto de mando y releve al timonel al mismo tiempo que le decía:

            -Don Gerardo, venga, márcate unos bocatas y unas papas que ya hay gasusa y tu eres incapaz de decir nada. Anda que no arrastramos hambre... Venga va-.

            Lo sustituí al timón y él se dirigió a la cocina para preparar algo de comer, yo creo que en el fragor de la batalla, se nos había olvidado comer y beber algo, ya que el constante movimiento del barco despierta el apetito y reseca la garganta, pero es que este hombre era de lo más prudente y comedido que había visto.

            Comimos los sándwiches que Gerardo había preparado con una abundante combinación de embutidos y unas coca colas, fuimos conversando durante la comida comentando como iba transcurriendo la jornada de navegación, después fuimos saliendo por turnos a cubierta para fumarnos un pitillo y respirar un poco de aire fresco de la mar.

            Ya estábamos prácticamente cerca de la vertical del puerto de Valencia se veían las grúas y el gran espigón rompeolas. Se acercaba el momento de cambiar de rumbo hacia las Fuentes, calculé el  nuevo rumbo hacia nuestro destino final de este primer día de navegación.

            -Gerardo, al 025º nos vamos a las Fuentes a descansar, no se a la hora que llegaremos porque conforme esta la mar ya veremos a qué hora llegamos tras  hacer las sesenta millas que nos faltan-.

            El barco tomó el rumbo 025º a Alcocebres una línea recta paralela a la costa, si seguíamos a esta velocidad de doce nudos tardaríamos cinco horas en llegar a nuestro destino, confiábamos que el viento calmara y pudiéramos aumentar nuestro ritmo de navegación.

            A las cuatro de la tarde, calmó el viento y pudimos aumentar la velocidad, para compensar un poco aumente a veinticinco nudos, si todo va bien en dos horas  o dos horas y media estaríamos entrando a puerto con suerte a las siete amarrados.

            Estábamos casi a la altura de la Pobla de Farnals, hacía una hora que dejamos atrás Valencia,  seguíamos con el viento en calma y manteníamos una buena velocidad de crucero, le propuse a Gerardo salir del salón y gobernar desde el flaybritge y aprovechar la buena tarde que se había quedado.

            Paramos el avance del barco y ascendimos al flay y continuamos navegando desde lo alto. Volvimos a ponerlo a los veinticinco nudos de crucero, manteniéndose el barco estable

            Desde aquí fuera, sin cristales enturbiados por el salitre, teníamos mejor visión de la costa y distinguíamos claramente el puerto de Sagunto un gran puerto con una gran dársena protegida con largos espigones un puerto que en su época tenía buen trafico con los barcos que le suministraban a la siderurgia mineral de hierro como materia prima y otros buques que se llevaban el producto manufacturado.

            Las cinco y media de la tarde Castellón a nuestra altura ya acusábamos el cansancio de estar más de doce horas en pie en continuo movimiento y en constante tensión, nos quedaba la ultima hora de navegación por hoy, le cedí los mandos a Gerardo que estaba a mi lado y descendí a la bañera para encender un cigarrillo y  estirar las piernas.
           
            El sol iba cayendo hacia el horizonte de tierra, entraríamos a puerto al atardecer antes del anochecer, a mi como anteriormente he comentado no me gusta navegar de noche, no me da confianza, las navegadas tienen que ser cara al día, saber que tienes la claridad para enfrentarte al mar y a los elementos. Ir siempre hacia la luz no hacia las tinieblas.

            Estábamos equidistantes de las Islas Columbretes, más o menos a treinta millas de ellas lo que nos faltaba para llegar al Puerto deportivo de Las Fuentes.
 
            Sustituí a mi compañero para que se fumara su cigarrito y echara una meada por la borda y me dispuse a consumir las últimas millas que nos quedaban por recorrer en el día de hoy.

            Al ir navegando cerca de la costa, de tanto en tanto nos íbamos encontrando bosques de palangres que debíamos de ir esquivando y franqueando con el propósito de no enredar los sedales en las hélices, porque aparte de estropearles el trabajo y los aparejos a los pescadores corríamos el riesgo de que se calentaran los ejes en las bocinas y esto es delicado, a si que oteo constantemente delante de la proa sin descuidarme ni un segundo, caíamos de una banda a otra esquivando banderolas.

            Cambié el rumbo cayendo diez grados a estribor para no entrar por el rió Alcocebres que su pequeño delta que forma el Cap i Corp se interponía entre nosotros y la bocana del puerto deportivo de las Fuentes

            Nos encontramos a unas cuatro millas delante de nuestro destino, había llegado el momento de contactar con el puerto y anunciarles nuestra arribada para que nos fueran asignando un puesto de atraque para pasar la noche.

            -Gerardo, ponte al mando que voy a llamar a las Fuentes-.

            Cuando Gerardo se acomodo en el puente, baje al salón donde se encontraba la radio, sintonicé el canal 9 que es en el que están sintonizados los Clubes Náuticos  y llamé.

            -Club Náutico de las Fuentes, aquí embarcación Seamar 900, me recibes. Cambio-.

            -Seamar 900, aquí las Fuentes te recibo fuerte y claro. Adelante. Cambio-.

            -Necesitamos a amarre para esta noche venimos de Santa Pola, estamos a cuatro millas, calculo que en quince  minutos estamos con ustedes. Cambio-.

            -Recibido. Cuando entren por la bocana continúen avante, cuando lleguen al final del espigón en la punta del muelle de su banda de babor habrá un marinero que les indicará el puesto de amarre que se les ha asignado, me han entendido. Cambio-.

            -Aquí embarcación Seamar900 recibido. Le repito. Bocana del puerto, todo avante hasta el final del muelle de mi banda de babor donde me espera su marinero. Correcto. Cambio-.

            -Correcto. Seamar900. Recibido. Corto-.

            Cuando colgué el micro de la radio encendí las luces de navegación y las luces del salón y volví a ascender al puente.

            Navegábamos junto a la costa, el sol estaba en su ocaso proyectando grandes sombras de los chalets que estaban al borde de la carretera que discurría junto a la playa, por nuestra proa ya se divisaba la bocana del puerto, el pueblecito turístico de Alcocebres se extendía desde Cap i Corp hasta más allá del puerto deportivo era una consecución de chalets, casas de campo y apartamentos y nosotros íbamos pasando por delante de ellos.

            La luces del puerto se estaban encendiendo, la roja y la verde parpadeantes que indicaban la entrada ya hacia un rato que nos marcaban nuestro rumbo, teníamos delante a babor un espigón de piedra  se extendía desde tierra de unos ciento treinta  metros de largo que cerraba el puerto y acababa en una torre con una luz roja, la bocana sería de unos cuarenta metros de ancha bien despejada orientada al suroeste y a estribor nuestro el otro espigón rompeolas que protegía el puerto de los vientos de levante.

            Le dije a Gerardo que bajara al camarote de proa y que cogiera el wolki talki que tenía en el bolsillo exterior de mi bolsa de viaje y que me lo subiera al puente, sería más fácil si comunicaban con nosotros desde el puerto

            En treinta segundos tenía en mis manos la radio portátil, la puse en marcha y sintonicé el canal 9 del puerto.

            Gerardo bajó a cubierta para preparar el barco para la maniobra de atraque, sacó las seis defensas y las fue amarando en los candeleros de los costados, preparó un cabo por si hacía falta en el momento de la maniobra y se coloco en el pasillo de babor a mi altura por si tenía que mandarle algo antes de empezar la maniobra.

            Seguimos avante, ya dentro del puerto a una velocidad moderada de tres nudos paralelos al espigón de levante por el canal principal del puerto, por la banda de babor estaba el pantalán de los barcos de esloras más grandes que estaban amarrados de popa y apoyados en finger para facilitar la maniobra de atraque y desembarco por los costados, estábamos aproximándonos al final de este pantalán y divisamos en el extremo a un marinero del Club que nos hacía señas con las manos, lo saludamos nosotros igualmente y a continuación oímos la radio que nos llamaba.

            -Embarcación Seamar, aquí el marinero del puerto, me recibe. Cambio-.

            -Aquí Seamar, le recibo alto y claro. Cambio-.

            -Cuando llegue al final del pantalán frente a los bungalows, gire 180º a babor y entre en el canal paralelo al que están navegando fíjese a babor y ya me verá justo en la cabeza del punto de amarre que se le ha asignado, atraque de popa, venga de popa hasta el muelle y yo le daré las dos amaras de popa y la guía de la amarra de proa. Cambio-.

            -Recibido. Quedo a la escucha-.

            -Gerardo, vete a popa y recibe las amarras de popa cuando las tengas listas y sujetas al barco coges la guía y te la llevas a proa yo le daré una palada avante al barco para que puedas izar con facilidad la amarra de proa-.

            -Entendido, me contesto-.

            Puse los timones a la vía y cuando llegué al final del canal maniobré con los motores para hacer el giro de 180º a babor, puse el motor de babor en punto muerto y aceleré un poco más el de estribor, el barco empezó a caer a babor, como el barco no caía lo suficiente hice atrás con el motor de babor, el barco comenzó hacer un giro más cerrado orientándose al centro del canal, una vez me situé en el centro volví a poner los dos motores avante y nos desplazamos muy lentamente.

            Escudriñaba todo el pantalán observándolo para localizar al marinero que nos marcaría  el punto de atraque, pero volvió a sonar la radio.
            -Seamar, está a veinte metros, su atraque esta a estribor de la Rodman de doce metros, ¿lo ve? Cambio-.

            -Si veo la Rodman delante de mí. Cambio-.

            Llegué a la perpendicular del punto de amarre que lo tenía por mi banda de babor, puse punto muerto y seguidamente di atrás a los dos motores a la vez y el barco se detuvo.

            Me dispuse a hacer una maniobra de ciaboga, el motor de babor avante, y el de estribor atrás, el barco empezó a girar sobre su eje dirigiendo la popa hacia el muelle donde nos esperaba el marinero con las amarras en la mano. Un poco antes de que la popa del barco estuviera perpendicular al pantalán, puse atrás el motor de babor, el barco frenó la inercia de giro y comenzó a desplazarse hacia atrás lentamente.

            Gerardo estuvo atento a que el barco no rozara con el que teníamos a nuestro costado de babor modificando la posición de las defensas situándolas donde podían tocarse los cascos y producirse algún desperfecto. Cosa que no ocurrió.

            Constantemente  corregía el retroceso del barco con las palancas de los motores dando el punto correcto de aceleración para que el barco no perdiera la trayectoria ni tomara excesiva inercia ya que debía de ser una maniobra muy precisa por el poco espacio del que se dispone junto al muelle.

            Cuando la popa del barco le separaba sobre metro y medio del borde del pantalán, puse punto muerto y di una palada avante con los dos motores a la vez y el barco freno en seco.

            Gerardo ya se encontraba situado en la plataforma de baño en la popa del barco para recibir los cabos de amarre que fue tensando a través de la bitas y sujetándolos en las cornamusas  y después de comprobar que la popa estaba paralela al pantalán recogió la guía que estaba sujeta en el cabo de amarre de estribor y siguiendo este con sus manos se dirigió rápidamente por el pasillo de estribor para sacar del agua el cabo del amarre de proa.

            El botalón en proa tiene una roldana que sirve para colocar la guía del amarre y así poderse ayudar a sacar del agua el amarre, cuando Gerardo la tubo colocada y empezó a tirar de ella, fue cuando di avante a los motores para facilitarle el izado y que no tuviera que hacer excesivo esfuerzo.

            Cuando tubo el cabo de amarre a bordo lo pasó por una vita y lo amarro a una cornamusa de cubierta.

            Yo bajé del puente alto, entré en el salón y apagué los motores, salí a la bañera y me dirigí a popa donde estaba el marinero del Club, al cual me pregunto:

            -¿Que tal el viaje, de donde vienen?-

            -El viaje bien, un poco de levante en el golfo pero una travesía entretenida, salimos de Santa Pola esta mañana. Ahora en arranchar un poco el barco nos acercamos a marinería para cumplimentar la recepción. Le contesté.-

            -Allí les espero, hasta luego-.
            Cuando se marcho, nos dedicamos a arreglar un poco el interior del barco, recogí las cartas y los instrumentos de navegación mientras Gerardo limpiaba los restos de comida de la cocina, encendí la luz de la pre-cámara de motores salí a la bañera abrí la tapa y asomándome comprobé que no hubiera agua ni olores, cerré la tapa, volví al salón y en el cuadro eléctrico puse la alimentación de 220 c.a., conecté el cargador de  baterías, cambié la alimentación de la nevera y apagué todos los circuitos innecesarios para puerto y para finalizar conectamos la manguera de carga de agua que llevábamos a la toma de puerto y le dimos un pequeño baldeo al barco para limpiar las pisadas y el salitre  que se había depositado del agua de la mar en el transcurso de la navegación. Nos aseamos un poco por turnos ya que el cuarto de aseo del barco es pequeño, lavada de manos y cara una peinadita unas gotitas de colonia de “macho men” y listo, no hacía falta que nos cambiáramos de ropa ya que no nos habíamos mojado y tampoco había sido un día de calor para ir sudorosos, guardaríamos la ropa limpia para mañana al llegar a puerto y salir presentables.

            Bueno, ya estábamos listos para pisar tierra firme y darnos un pequeño descanso, tomar unas cervecitas y reponer fuerzas.

            Hacia una noche espléndida, el viento había calmado totalmente, no se oían ni el tintineo de las drizas de los veleros cuando las partes metálicas pegan en los mástiles, se agradecía esta calma después de la actividad del día, una vez en el muelle saque el paquete de tabaco y le ofrecí uno a Gerardo, el me dijo:

            -No hombre no, ahora vamos a fumar del mío, que hemos fumado poco en la travesía pero siempre del tuyo-.

            Sacó su paquete yo guardé el mío y tomé un cigarrillo de los suyos y los encendimos,  ya no teníamos la dificultad del viento que producía el barco al navegar para prenderlos, yo le di una profunda calada.

            Al pasar por delante de  los aseos de tierra entramos a echar una meadilla sin balanceo, porque en el barco lo hacíamos por la borda y pegando tumbos, con una mano agarrados al pasamanos y con la otra apuntando.

            Pasamos por Marinería para cumplimentar los papeles de entrada al puerto, allí nos estaba esperando el marinero, un tío simpático y amable, le fui dictando los datos del barco, el puerto de  partida, el de destino y los datos de la tripulación, nos dio una copia, le pagué la estancia del barco que por cierto, nos hizo un pequeño descuento por ser profesionales. Le pregunté si podría obtener el parte meteorológico mañana por la mañana a las seis, a lo que me dijo que se lo pidiera al marinero de mañana y que si no lo tenía que lo pediría por radio en el momento. Terminé pidiéndole información por algún bar del pueblo que nos pudieran dar de cenar decentemente, ya que nuestra necesidad era vital después de haber pasado todo el día con unos bocadillos, necesitábamos algo más contundente y además saborear unas cervezas como Dios manda. Nos recomendó que nos quedáramos en el bar del Club.  

            Le invitamos a que nos acompañara a tomar algo con nosotros, el se excusó diciendo que estaba de guardia y no podía acompañarnos. Nos despedimos de el dándole las gracias y salimos de la oficina de marinería.

            Nos encaminamos al restaurante del Club Náutico como nos habían sugerido y la verdad es que estábamos cansados y no nos apetecía mucho andurrear por el pueblo en busca de otro sitio, teníamos necesidad de pasar un rato tranquilo sin el ruido de los motores y el batir del mar, nuestra prioridad más absoluta era una cerveza fría.

            Entramos el bar, en la barra se encontraban dos parroquianos que por las trazas parecían que acababan de llegar de pescar, estaban charlando alegremente tomándose unos vinos, nos saludaron y  nos acomodamos en una mesa en un rincón que nos parecía tranquilo delante de unas cristaleras por donde podíamos contemplar los pantalanes y los barcos amarrados.

            Lo que me había llamado la atención cuando navegábamos dentro del puerto y al llegar al final del canal de entrada fueron los bungalows que estaban dentro del puerto construidos sobre  islas artificiales, semejaban a una pequeña Venecia con sus barcos atracados en la misma puerta simpático, sí señor, era la primera vez que veía algo así.

            Se lo comenté a Gerardo si se había dado cuenta. Me lo confirmó, el tampoco recordaba haber visto una construcción parecida.

            Siguiendo con el tema y haciendo memoria, me acorde de Benalmádena en la provincia de Málaga, en su puerto deportivo hay grandes bloques de apartamentos dentro del Club Náutico  metidos en el agua dentro de la dársena.
            -¡Si hombre, si! Ahora recuerdo que  en Gerona, en Ampuria Brava sí que hay un sinfín de canales formando islas con chalets por doquier con su punto de amarre a pie de casa,  aquello sí que es una Venecia. Estuve en una ocasión con motivo de visitar a una náutica y me impresionó-.

            -Tienes Razón, Armando, yo no he estado pero si me han comentado lo de Ampuria Brava-.

            Saqué el paquete de tabaco y le ofrecí a Gerardo, encendimos un pitillo y en eso, se acercó el camarero preguntándonos que queríamos tomar. Le pedimos unas jarras de cerveza con unas aceitunas para empezar.

            Disfrutamos de aquella cerveza y el cigarrillo sin que se moviera el suelo y sin el ruido de los motores, comentamos las incidencias del día, el comportamiento del barco, el estado de la mar y le expuse a Gerardo por qué no me gusta navegar de noche:

            -No hay cosa que mas me incomode que navegar de noche, el no saber que hay delante de mi proa y el horizonte, sabiendo que puedes encontrarte con un campo de palangres y no darte cuenta, enredando sedales en la hélice, puedes dar con un tronco a la deriva y más en esta zona del Delta del Ebro. No, no me gusta, prefiero navegar cara al día, si ocurre un percance tienes más oportunidades. En estos barcos deportivos no hay ninguna necesidad de arriesgar nada, no estamos sujetos a horario ninguno, lo importante es llegar sin novedad. Recuerdo una travesía por esta misma costa, que a causa de que nos entretuviera una patrullera  pasado Tarragona, tuvimos que recalar en  Vilanova y la Geltru se nos hizo de noche y nos cayó la niebla que parecía puré de lentejas, afortunadamente el barco estaba dotado de radar y GPS, pero de todas formas te acojonas un poco, no ves las luces del puerto hasta que estas a veinte metros, te asalta la duda de si el GPS le está dando la señal correcta al plotter, te faltan ojos para intentar distinguir el espigón del puerto, fuerzas la vista para ver entre la niebla la luz roja y la verde de la bocana del puerto. Te repito, la noche es para descansar y el barco amarado-.
           
            -Te doy toda la razón, pero hay veces que no tienes más remedio que navegar en condiciones adversas. Dijo Gerardo-.

            El apetito se nos abrió con la charla y la cervecita fresca, llamamos al camarero y le pedimos de cenar.
           
            El menú consistió en una buena ensalada con tomate, lechuga, atún y huevo duro, fresca y jugosa para que nos ayudara a hacer la digestión y unos buenos entrecots para recargar nuestras energías, tomamos un par de cervezas mas y al acabar unas infusiones.

            La cena transcurrió con algún comentario sobre el astillero y nuestros trabajos. Gerardo me dijo que se dedicaba al submarinismo y a algún mantenimiento y de vez en cuando a transportar algún barco pero en trayectos cortos, más que a transportar deduje por sus comentarios que lo que hacía era acompañar  en el transporte.
           
            Hablamos de nuestras respectivas familias, Gerardo tenía treinta y dos años y había sido papá  de un precioso niño hacía dos meses, así que estaba muy contento y orgulloso así como su mujer y toda su familia, yo lo felicité.
            -Pues a mí Gerardo, me hicieron papá a los veintidós años y ahora tengo dos hombres uno de quince años y otro de nueve años, que por cierto invité a mi hijo mayor a que nos acompañara en este viaje, pero entre que a su madre no le hacía mucha gracia y a el que no le apetecía demasiado, pues no ha venido; a mí me hubiera gustado mucho que nos acompañara, la vida dura de la mar forma mucho, pero ya vendrá en otra ocasión-.

            Gerardo me dijo que iba a telefonear a su familia para comunicarle a su mujer que estaba todo bien y si tenía suerte oiría las risas de sus niño. Se levanto y se dirigió a la barra donde el camarero muy amablemente le permitió utilizar el teléfono.

            Yo no tenía esa suerte, mi casa de el Campello no disponía de línea telefónica, al ser nuestra vivienda de verano no era necesario dotarla de este servicio, allí se iba a descansar y a que no te llamara nadie, aunque en ocasiones como esta sí que echaba en falta poder hablar con mis chicos y mi mujer.

            Cuando regresó Gerardo de conversar con los suyos le pregunte:

            ¿Has oído a tu chico?

            -Si, como se te llena el corazón al oír su vocecita. Me dijo-.

            Dimos por terminada la cena, nos levantamos y nos dirigimos a la barra y le pedí la cuenta al camarero, pagué y salimos del local.
            Anduvimos paseando por el puerto y al pasar por delante de marinería, me asome al interior y le pregunté al marinero a qué hora empezaban en la gasolinera al día siguiente, a lo que me respondió que solo tenía que llamar por radio y el marinero de guardia acudiría a repostarnos. Me sorprendió muchísimo no era habitual   que la gasolinera del puerto estuviera siempre disponible, pero tenía su lógica, los pescadores deportivos salen a cualquier hora y en el club siempre hay personal de guardia. Debían de tomar ejemplo otros puertos deportivos.

            Al salir de marinería aprovechamos para hacerle una visita a los aseos del puerto para no tener que utilizar los del barco y mantenerlos impolutos  como hasta este momento, evitando tener que limpiarlos después y de esta forma entregar la embarcación lo mas en revista posible.

            Continuando con nuestro paseo nocturno por las dependencias del puerto, localizamos la gasolinera, para ir a tiro hecho a la mañana siguiente y proseguimos tranquilamente hasta que llegamos al barco.

            En el pantalán donde estábamos atracados delante del barco había un gran cajón de estiba, tomamos asiento en él y procedimos a fumar el ultimo pitillo por hoy aprovechando el buen estar de esta magnífica noche de primavera, no hacía ni una brizna de viento el puerto estaba totalmente desierto, solo se oía titilar de vez en cuando alguna maniobra de los veleros que estaban amarrados por el efecto de la marea y un leve susurro de el batir de las olas en el espigón de Levante que lo teníamos justo a nuestras espaldas, pero estos sonidos hacían todavía más placentera la velada.
            Se hicieron las 23h y consideramos que era un buen momento para subir a bordo y retirarnos a descansar, ya que al día siguiente nos esperaban ciento cincuenta millas, yo tenía que  entregar el barco en perfectas condiciones a nuestro distribuidor, liquidar todas las facturas  y si  tenía suerte y no se complicaba las cosas intentaría coger el tren o el avión para volver a casa mañana mismo, quería pasar el fin de semana con mi gente.

            Si salíamos a las 7h a las tres de la tarde podíamos estar atracados y me quedaba mucho tiempo para dejar las cosas arregladas, esperaba que así fuera.

            Subimos a bordo nos dimos las buenas noches y cada uno nos retiramos a nuestro camarote.

            No me desvestí, ya que en los barcos hay mucha humedad y de madrugada hace fresquete, me introduje en el saco, subí la cremallera y adoptando una postura fetal, traté de no pensar en nada y relajarme.

            No paso mucho tiempo cuando caí en un profundo y reparador sueño.


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