domingo, 30 de enero de 2011

Capítulo Segundo

Sábado seis de abril de 1.991.
           
            Alguien me preguntaba:
            -Está usted despierto-
            Entonces reconocí la voz de la hermana Adela. -A medias hermana, creo que sí-.
            -Que le parece si nos ponemos en contacto con su familia y le comunicamos que usted se encuentra bien o  por lo menos fuera de peligro-.
            -Si, hermana creo que sería conveniente, mi esposa y mis hijos están en el Campello en la casa de verano y no disponemos de línea telefónica, por lo que le voy a proporcionar el teléfono de mi cuñado, el es doctor cardiólogo y neumonólogo por lo que le podrán explicar mi situación clínica, el se pondrá en contacto con mi familia y les trasladará la noticia-.
            -Tómese nota hermana del número hermana-.
            La monja anotó el número  y me dijo que iba rápidamente a comunicar con mis familiares, se despidió de mí y salió de la habitación.
            Mi mente divagaba si se habría enterado ya mi mujer de los acontecimientos, estaría como loca, quería venir cuanto antes, con quien dejaría  a los chicos y Gus nuestro perro quien se lo quedaría. Ella estaría nerviosa, ávida de tener noticias, quien la traería hasta Tarragona, todo esto me hervía en mi cabeza.
            Entro alguien a la habitación y me dijo:
            -Veamos si puedes tomar algo de líquido, te voy a dar un poco de zumo de naranja-.
            Noté una mano que me quitaba la mascarilla del oxígeno y me ayudaba a incorporarme y me  puso una cañita en la boca.
            -Intenta tomarlo-. Me dijo.
            Yo bebí lentamente y me pareció que era extraordinario, tenía sed, lo necesitaba.
            Terminé de tomar aquel zumo tan agradable y le di las gracias a la señora.
            Ella me colocó de nuevo la máscara y dijo que en breve pasaría el médico de guardia para ver cómo evolucionaba mi estado. Y salió.
            No sabía en la hora en la que me encontraba, tampoco podía mirar el reloj, porque llevaba los ojos tapados, me encontraba un tanto perdido.
            Se abrió  de nuevo la puerta y oí pasos de varias personas, una de ellas por lo que iba hablando estaba explicando a los demás mi caso, comentaron las lecturas de los monitores y se dirigieron a mí.
            -Como se encuentra-, dijo la voz.
            Un poco mareado y aturdido. Me encuentro cansado y me duele todo.
            Noté como me destapaban y me auscultaban.
            Los demás comentaban y cuchicheaban, me era difícil entenderlos.
            Entre el murmullo, volví a oír la puerta que se abría y una voz de una señora le dijo al doctor me permite, tengo que administrarle un inyectable al paciente.
            Yo pensé. ¡Ostras!, ya estamos con las inyecciones de mierda, con lo poco que me gusta que me pinchen.
            La enfermera me dijo, venga un pinchacito de nada en la barriga ni te vas a enterar.
            Note un leve pinchazo en el abdomen y nada más. Pero me jodía que me pincharan, es algo innato en mi, odio las agujas.
            El médico me dijo:
            -Le encuentro a usted muy bien, se está recuperando muy rápidamente por lo cual me alegro muchísimo-.
            -Gracias doctor. Le voy a hacer una pregunta: ¿Sabe cómo se encuentra mi compañero?
            Se hizo como un silencio y a continuación me contestó:
            -Está evolucionando más lentamente pero bien-.
            -Gracia-s. Le conteste.
            Los médicos salieron de la habitación.
            No habían pasado ni dos minutos, cuando entraron dos enfermeros y me dijeron:
            -Buenos días, vamos a ponerte presentable para cuando vengan las visitas, no vas a estar en pelotas ahí en la cama-.
            Me destaparon, y como pudieron me colocaron un pijama, no sé como lo hicieron, porque yo me notaba sondado,  con vías tomadas y además monitorizado, pero con mucho cuidado y eficacia lo consiguieron.
            En mi situación e inmerso en la oscuridad y en el silencio, el tiempo se detiene, no hay conciencia de cómo transcurre, se te amontonan los acontecimientos pasados, todos tristes y dolorosos, lamentas la pérdida del barco y la catástrofe que eso ha supuesto, la gente y los medios que se debían de haber movilizado en unas circunstancias tan peligrosas con el huracán que se había formado, era imposible de imaginar cómo había salido de la nada ese cañón de viento. Yo lo analizaba y decía como había sido posible que íbamos navegando tan agradablemente dándonos el aire en la cara, el simple viento que producía la embarcación al avanzar y de momento el fortísimo viento que nos abatió de través, de dónde había salido sin avisar. El oleaje que se formó fue tal que yo no tengo otra comparativa que en una ocasión en una maniobras en el Atlántico con la OTAN en los barcos de guerra.
            Me preguntaba cómo fue posible que entrara agua al barco como entró.
            Analizando la vía de agua, por donde entraba y como entraba, llegué a estas conclusiones.
            El agua que se embarcaba por el pozo de cadenas no se evacuaba, porque:
                        1º No estaban hechos los orificios de drenaje.
                        2º Eran de reducido tamaño por lo tanto insuficiente caudal de vaciado.
                        3º Estaban obstruidos.
            Por lo tanto, el pozo de cadenas se llenaba de agua hasta desbordar. En la parte más alta del pozo a la altura de la cubierta es donde se junta el casco con la cubierta y debería de ir soldado con fibra de vidrio. Conclusión: si está mal soldada la cubierta con el casco en el mamparo de colisión que es el mamparo que separa el pozo de cadenas del camarote principal del barco,  entra agua por esta junta que es el agua que  veíamos entrar desde el camarote.
            También podía ocurrir otra circunstancia. Del pozo de cadenas al camarote por ese mismo lugar, existen unos pasamuros por donde transcurren los cables de la maquinilla de levar y si no están bien sellados se da la circunstancia de entradas de agua al camarote de proa.
            Llego también a esta conclusión porque cuando tomamos la decisión de poner rumbo a Palma, dejó de entrar agua al camarote, lo que me confirma que estas deducciones son acertadas. Por todo esto no me cabe más que pensar que el barco tenía un defecto de fabricación que se hizo latente con el maldito temporal, si no hubiera estado oculto para siempre.
            Estaba yo con estas y otras elucubraciones y análisis de toda la batalla cuando oí una voz que me sacó de mi pensamiento, una voz conocida que decía.
            ¡Ostia, como está!
            Era la voz de Pascal, nuestro electricista y amigo.
            Después oí la voz de Peter que me decía:
            ¿Eh, amigo como estas?
            -Que alegría Peter de oíros y de que estéis aquí, que mal que lo hemos pasado......-
            Una mano me cogió las mías y noté el peso de un cuerpo que se sentaba junto a mí en la cama.
            Apreté esa mano amiga, las emociones me embargaron, y comencé a llorar.
            Peter me dijo:
            -Tranquilízate, ya  ha pasado todo tu estas a salvo, nosotros estamos aquí, ahora mismo estas en casa-.
            -Si Peter-, y atrayéndolo hacía mi le susurré, -el barco se hundió por estas circunstancias.....-
            ¡No jodas!, me contestó.
            -Habla con Gerardo, ve a verlo, interésate por él y que no comente nada con nadie-.
            No te preocupes ahora por eso, todo se arreglará  Ahora cuídate, tranquilízate y recupérate es lo más importante.
            Se levantó y se separó de mí.
            Entonces oí la voz de Pascal, mas campechana y ruidosa.
            ¡Eh, amigacho, vaya susto que nos has dado cabrón, casi la espichas!, ¿cómo lo llevas?
            -Bien Pascal, aquí estoy hecho un Cristo, como si hubiera pasado una maquina del tren por encima de mí-.
            ¿Cómo os habéis enterado del desastre? Les pregunté.
            -El comandante me llamó anoche a las once para ponerme al corriente del accidente y esta mañana a las seis nos hemos puesto en camino, veníamos preocupados porque no sabíamos en concreto lo que nos podíamos encontrar aquí en el hospital porque la información que teníamos no nos definía tu estado-. Me respondió Peter.
            Les estuve contando durante dos horas casi todo lo que ocurrió en el viaje, haciendo pausas prolongadas porque la emoción me producía un nudo en la garganta de vez en cuando. Peter me interrumpió muy pocas veces solo para preguntar cosas muy puntuales, como cuando empezó el viento, sobre el parte meteorológico, la altura de las olas y cosas así. Yo de vez en cuando le insistía en que no dejara de hablar con Gerardo sobre lo que le había comentado anteriormente, era muy importante.
            Entró la enfermera e interrumpiendo nuestra conversación dijo:
            -Bueno señores vamos a atender un poquito al paciente-
            Aprovecharon para marcharse Peter y Pascal no sin antes decirme que vendrían después de comer y preguntarme si necesitaba alguna cosa.
            Les dije que no, que esperaba que viniera mi familia y que luego nos veríamos.
            Cuando salieron Peter y Pascal, la enfermera me dijo que me iba a quitar la sonda que llevaba metida en la nariz, no me iba a doler pero quizás me dieran nauseas. Note como el tubo ascendía por mi interior hasta que salió al exterior, dejándome un sabor ácido y amargo en el paladar, no fue una experiencia agradable pero fue rápida.
            La enfermera me acercó un vaso de agua para que me enjuagara y bebiera un poco para quitarme el mal sabor.
            -Bueno, ya está. ¿Qué tal se encuentra después de esto? Me preguntó.
            -Bien, ya se me ha pasado la angustia que me ha producido al salir la sonda-.
            Dentro de un rato le traeré de comer, veremos si lo tolera. ¡Hasta luego! Y salió de la habitación.
            No había transcurrido mucho tiempo desde que se salió la enfermera cuando oí de nuevo la puerta. Entró de nuevo diciendo: -Vamos a ver qué tal le sienta esto-.
            Me ayudó a incorporarme un poco y me colocó una almohada en la espalda para  que me sintiera cómodo y se sentó junto a mí. 
            La enfermera me estuvo dando de comer ya que para mí era imposible hacerlo por el vendaje que llevaba en los ojos, el menú era frugal, consistía en un poco de caldo y una tortilla a la francesa y de postre melocotón en almíbar.
            Terminamos con la comida, la enfermera me dio a beber un poco de agua me limpió la boca como a un bebé y me dijo. Esto le va sentar bien y le va a reconfortar.
            Me puso la mascarilla de oxigeno.
            -Le voy a quitar el respaldo-.
            -No, prefiero estar un poco incorporado-. Le contesté
            --Si necesita algo apriete el pulsador y vendremos enseguida.
            ¿Qué pulsador? Le pregunté.
            -Nadie le ha dicho nada. Espere. Voy a dárselo en la mano para que lo sitúe-.
            Me cogió la mano y me dio el pulsador.
            -Luego vendré a verle-. Y se marchó.
            Quedé de nuevo solo en la quietud de la habitación del hospital y en la profundidad de mis pensamientos.
            Que difícil es volver a la realidad después de un acontecimiento de este tipo, la mente y el espíritu están saturados de esas vivencias tan traumatizantes y lacerantes que te dejan huella  para el resto de tus días, notas la presión en lo más íntimo de tu ser, ese inmenso sufrimiento de saber que por mucho que luches contra los elementos no puedes hacer nada, que sabes lo que va a acontecer, que vas a perder el barco y la vida y que son consecuencias que no vas a padecer tu solo,  las van a padecer todos los seres que mas quieres, tu mujer que se va a quedar sola, tus hijos que te necesitan más que a nadie, ese sufrimiento sin límites, la impotencia de no poder cambiar los acontecimientos que se precipitan inevitablemente. Esto es un sueño, un aterrador sueño. Sales de él y recuerdas que estas en una habitación de un hospital. ¿O el sueño es este y sigo en el mar? ¿O estoy muerto?
            Oí la voz de mi Estrella.
            ¿Como estas? Me preguntaba. Aquella era como un soplo de vida que me transportaba a lo que más quería y adoraba.
            Era la voz de mi mujer.
            Volví a la realidad. Me arranqué la mascarilla de oxigeno y las vendas que me cubrían los ojos.
            No me podía mostrar en aquel estado de hundimiento físico y moral, necesitaba que me viera despierto, repuesto no sumido en la decrepitud y la tristeza.
            La pude contemplar un tanto desenfocada pero la veía, aquí estaba, conmigo, espléndida, guapa, el aliento de mi vida.
            Esto no era un sueño.
            La abracé y lloramos juntos.
            Hablamos de nuestros hijos mirándonos a la cara cogidos de las manos y acariciándonos el uno al otro sin darnos cuenta de la gente que nos rodeaba.
            Se encontraba junto a nosotros la enfermera que se ocupaba de mí y Pedro mi cuñado el marido de la hermana de mi mujer y médico de la familia que había acompañado a mi esposa a Tarragona, el que había recibido la noticia de mi accidente esta mañana a las ocho cuando sor Adela lo habría llamado.
            Cuando Pedro entendió que ya me estaba tranquilizando después de la emoción del encuentro con mi mujer y observó que ya me daba cuenta de todo lo que me rodeaba que no solamente era la imagen y presencia de aquella diosa que era mi mujer, entonces me saludó.
            ¿Que, cuñado como te encuentras?, yo te veo mejor de lo que esperaba. Me dijo.
            -Bien Pedro dentro de lo que cabe, es que esta inyección de moral de vuestra presencia  ha hecho tanto como toda la asistencia que he recibido del hospital, que no ha sido poca-.
            ¡Pedro! Yo me quiero ir de aquí. Quiero irme a casa con mis hijos.
            -Enfermera, quiero levantarme, le dije volviendo mi cara hacia ella-.
            -Pero está usted muy débil, no hace ni veinticuatro horas que ingresó aquí y en pésimas condiciones, debe descansar dijo la enfermera-.
            -De acuerdo, pero quiero intentarlo, quiero levantarme-, dije yo.
            -Voy a consultarlo con el médico y ahora veremos si puede ser-. Y salió la enfermera de la habitación.
            -Tú estás loco, con el parte que tienes, estas para recuperarte tres o cuatro días en el hospital, porque te están haciendo diversas pruebas y hasta que no estén seguros no te van a dejar salir de aquí-. Dijo Pedro.
            ¿Por qué no hablas tu con el médico y te informas a fondo de mi estado y que te digan las posibilidades que tengo de irme cuanto antes? le dije.
            -Bien, voy a ver al jefe de planta y me informo mejor de tu situación-.
            Aproveché para pedir a mi cuñado que preguntase por Gerardo y se interesase por su estado y que si tenía la oportunidad de  visitarlo, le comunicara que yo estaba bien y que tenía ganas de verlo.
            Mi cuñado Pedro salió de la habitación y nos quedamos mi mujer y yo solos.
            ¿Mama, como están los chicos, como se lo han tomado? Le pregunté.
            Los chicos están bien un poco asustados porque no saben cómo estás y siempre se piensa en lo peor, ahora en venir Pedro llamaré y hablaré con ellos y con los abuelos para tranquilizarlos, que sepan que estas bien.
            -No sabes cómo he pensado en lo afortunados que somos por impedir tú que viniera Ismael en este viaje-. Le dije.
            Ella se puso a llorar apretándome las manos fuertemente.
            Yo me estremecí y mirando el llanto de mi mujer, pasó por mi mente la imagen de mi hijo feliz en casa en compañía de su hermano sin haber sufrido toda la penuria que ha padecido su padre en tan breve tiempo. Pensé en cómo puede cambiar todo un futuro de la vida de una familia en un instante.
            En esa actitud nos sorprendió mi cuñado cuando entro de nuevo a la habitación.
            Armando. Me dijo: -He estado conversando con el jefe de planta y con los facultativos que están llevando tu caso y me han comentado que tienen que hacerte todavía unas pruebas importante para terminar tu valoración, además estas muy débil por lo cual hasta el lunes es impensable que pudieran darnos resultados y menos que fuera factible que pudieras abandonar el hospital aunque fuese con un alta controlada-.
            ¡Ah! Me ha dicho la enfermera que va a venir con un celador para que intentes levantarte con ayuda.
            -Gracias Pedro por hacer la consulta, pero no resisto estar aquí, quiero regresar a casa y volver a ver a mis hijos, quiero hacer todo lo necesario para recuperarme lo más rápidamente posible  y salir de esta situación y haceros salir a vosotros también. Quiero olvídalo todo en  vuestra       compañía-.
            ¡Hola!, Armando, ¿te encuentras con ganas de intentar levantarte? Me dijo la enfermera, mientras entraba por la puerta de la habitación en compañía de un chico grandote y sonriente.
            -Naturalmente-. Le respondí yo, con un impulso de aparente energía que brotó de mi cuerpo como queriendo saltar de la cama. Pero los cables y las vías me lo impedían.
            La enfermera animó a mis acompañantes, mi mujer y mi cuñado  a que por favor salieran de la habitación, lo cual hicieron y a continuación acercándose a mí me desconectó de los monitores y una de las dos vías que llevaba, apartó el gotero que me hidrataba y por el que me suministraban parte de la medicación que necesitaba y me destapó.
            El enfermero grandote (y digo grandote porque yo no soy pequeño y este me pasaba bastante a mí), situándose a mi costado y asiéndome de un brazo, me dijo:
            -Venga capitán, intenta girarte y poner los pies en el suelo. Si no puedes yo te ayudo no te preocupes, pero veamos hasta donde llegas-.
            Yo intenté  incorporarme de aquella postura que tenia.
            Estaba  semi incorporado y tenía que ponerme vertical sentado en la cama con los pies en el suelo.
            Al hacerlo, los dolores de las inmensas  agujetas atenazaron mi vientre y  todas  mis  articulaciones, la espalda y los glúteos me dolían de la paliza de golpes que recibí durante todo lo ocurrido el día anterior, todo esto hizo asomar un gesto de dolor a mi cara  y me hizo frenar casi todo mi énfasis por incorporarme, pero ayudado por el sanitario que se percató al instante de mi esfuerzo, pude poner los pies en el suelo.
            Me dijo:
            -Si te encuentras bien continuamos-.
            -Si-. Le dije yo.
            El se situó delante de mí, me cogió por las axilas y me animó a ponerme en pié.
            -Vamos allá-, dijo.
            Me cogí a sus brazos extendidos para ayudarme a levantarme y me impulsé  hacia arriba.
            Mis piernas se aflojaron y observé que no me sostenían.
            Él me sujetó fuertemente y me sentó en la cama.
            ¡Que! ¿Pesa el culo Capitán? dijo, sonriéndose. ¿Seguimos?
            -Si-. Le dije yo, asintiendo con la cabeza.
            Volvimos a retomar la operación, pero esta vez con la consciencia de dominar mis emociones, mis dolores y mis flaquezas: tenía que ponerme en   pié y caminar.
            ¡Tengo que salir de aquí! Me dije.
            Pude levantarme y poco a poco, despacio, anduve  ayudado todo el rato por el amable asistente  y la enfermera que empujaba la percha con la botella del gotero, hasta llegar a la pared  situada a los pies de la cama donde me apoyé para descansar y me solté del enfermero.
            El chico no se separaba de mi lado, yo me encontraba un tanto cansado, pero ya no me temblaban las piernas, respiraba fuerte para airearme pero con precaución para no sobre-oxigenarme  y me entrara mareo.
            Seguían repitiéndome si me encontraba bien constantemente.
            Vi los barrotes de los pies de la cama que se encontraban a dos pasos delante de mí y me decidí a andar solo y sujetarme a ellos.
            Le dije al enfermero que se situara detrás y que me sostuviera otra vez como anteriormente de las axilas porque pretendía flexionar mis piernas y colocarme de cuclillas.
            Sintiéndome seguro, comencé a bajar el enfermero bajaba conmigo al mismo tiempo y a continuación, me dije:
            -Ahora veremos si soy capaz de subir, no me ayudes si no es necesario-. Le dije.
            Con esfuerzo y dolor, me reincorporé sin ayuda.
            Suficiente por hoy. Le dije a mis dos amigos y volvimos a la cama, donde me acomodaron, me taparon y la enfermera me ofreció un poco de agua, que recibí con mucho agrado y  apuré el medio vaso  con avidez.
            Antes de que se marcharan le pregunté a la enfermera si sabía algo de mi compañero, a lo que me contesto que no pero que se interesaría por él y que me informaría.
            Yo les di las gracias por su gran ayuda y salieron de la habitación.
            Al momento entró mi mujer y me encontró un poco sudoroso pero contento y sonriendo y le conté todo lo que había sucedido a lo que ella me dijo que estaba tonto y loco, pero yo sé que ella en el fondo se alegraba porque esto eran síntomas de recuperación.
            Era media tarde cuando entró la enfermera y les dijo a mi mujer y a mi cuñado que salieran un momento de la habitación, pensé que me iban hacer otra prueba de las que constantemente me hacían, pero no entraba nadie.
            Al transcurrir algo de tiempo y ver que nadie entraba comencé a pensar que algo estaba sucediendo y “nada bueno”, porque las cosas agradables te las comunican de inmediato y en presencia de tu familia. Alguna prueba tiene que haber fallado, alguna complicación que no llegaba a comprender, ya que las visitas médicas parecían indicar que todo iba progresando adecuadamente.
            Me habían dejado levantarme, “no se” algo va mal.
            Comencé a ponerme nervioso y a sentir un sudor frío. En esto, entró la enfermera.
            ¿Ocurre algo? Le pregunté.
            -No. La psicóloga del hospital quiere hablar contigo un momento-, dirigiéndose a la puerta y entreabriéndola.
            Entró una señora de unos cuarenta años acompañada de mi mujer y se presentó diciendo:
            ¡Hola Armando! Soy la doctora Palacios, psicóloga del Hospital, veo que te encuentras bastante recuperado, ya me han contado que te has levantado y que estás loco por irte a casa, también me han contado que te estás interesando constantemente por tu compañero de viaje.
            -Pues sí, le han informado bien, estoy animado porque las fuerzas me están respondiendo, está mi mujer conmigo y tengo ganas de ver a mis hijos, pero no sé nada de mi compañero y me alegra mucho que usted me lo mencione, espero que me traiga noticias de él y de su estado que espero que sea tan satisfactorio como el mío.
            La doctora comenzó a hablar:
            -Debió de ser muy duro lo que os sucedió ahí fuera en el mar y me alegro de que tú estés aquí junto a nosotros pero lamentablemente tu compañero no lo pudo superar y falleció en el mar. Encontraron su cuerpo sin vida a la deriva y no se pudo hacer nada por su recuperación. No soportó el frío de la inmersión durante tanto tiempo-.
Nota de prensa.
Una víctima a causa del fuerte vendaval.
Uno de los tripulantes de un yate que se encontraba en aguas de Tortosa, fallece tras    naufragar la embarcación en la que viajaba.
El cuerpo  sin vida del tripulante fue encontrado a la deriva por el remolcador   “Catalunya” cuando ya se había dado por terminada la búsqueda  en la que participaban también dos helicópteros, por falta de luz.
(Ver página de prensa)
           
Yo cambié de color, me puse blanco y no podía reaccionar ni asimilar aquellas palabras, no podía ser lo que me estaban contando.
            ¡Si me habían dicho que Gerardo se encontraba en el hospital recuperándose como yo!
            Estaba  hundido.
            Mi corazón se aceleró, mi estomago se encogió,  me entraron nauseas y un sudor frío.
            La doctora se acercó a mí tomó un vaso con agua que había en la mesita y me lo ofreció, diciéndome:
            -Tranquilízate, bebe un poco de agua-.
            Bebí agua.
            -Respira hondo, relájate-. Continuó la doctora.
            Fui reaccionando y mi mente se me fue aclarando saliendo de aquel estado de sorpresa inesperada que me había dejado noqueado y totalmente bloqueado.
            ¿Estás bien? Me preguntó la doctora que se encontraba a mi lado.
            -Si estoy bien-. Le conteste.
            --No me esperaba esa noticia y me ha dejado bastante afectado, no me podía imaginar algo así.
            A pesar de que habíamos convivido apenas esos dos días en el barco y lo duro del temporal y el hundimiento habían creado fuertes lazos entre nosotros y al recibir esta noticia me ha afectado muchísimo. Su mujer estará hecha polvo. Pensé.
            La doctora dijo que me dejaran solo en la habitación, que me dejar tranquilo un rato, eran muchas emociones en tan poco tiempo.
            Cuando  vi que estaban cerrando la puerta grite llamando a mi mujer.
            -MAMÁ-
            Mi mujer entró se sentó a mi lado me cogió la mano y se quedó en silencio.
            La tarde iba pasando tranquila, mi cuñado Pedro entró varias veces a verme, cuando me vio tranquilo nos explico a mi mujer y a mí que no habían tenido más remedio que contarme lo del fallecimiento de mi compañero porque era de dominio público ya que había salido en los periódicos y demás medios de comunicación y en cualquier momento me podía enterar de una forma no controlada y nadie sabía el efecto emocional que me podía producir la noticia, por eso había venido la psicóloga a decírmelo y habían preparado un sedante por si hubiera reaccionado peor, me hubieran inyectado para tranquilizarme, pero afortunadamente no ha sido necesario.
            Un poco más tarde volvieron a visitarme Peter y Pascal, vinieron a despedirse ya que se volvían para Alicante, aunque estuvieron un rato con nosotros haciéndonos compañía.
            Notaba la tensión  de Peter y Pascal no sabían que decir ni que preguntar, entendían que estaba todo tan reciente y nos veían tan afectados que tenían miedo de herir susceptibilidades,  yo le pregunte a Peter como se había enterado.
            -Me llamó ayer por la noche  a casa el Comandante de Marina comunicándome que la Comandancia de Tarragona le había llamado para pedirle los datos del barco y de la tripulación  e informarle que el barco se había perdido,  que había un superviviente pero que por el momento no sabían  de cuál de los dos navegantes se trataba. Que el náufrago rescatado vivo se encontraba en este hospital de Tarragona y que de momento no me podía decir más, que en el momento recibiera mas información me la haría llegar a la hora que fuera-.
            -Después de que me llamara el comandante, me puse en contacto con Pascal para comunicarle lo sucedido y quedamos de acuerdo para salir esta mañana hacia aquí, sin saber lo que nos íbamos a encontrar-.
            -Esta mañana hemos salido a las siete y cuando hemos parado a descansar he llamado a la oficina y me han comunicado que tú estabas aquí pero que no conocían tu estado, así que veníamos con el alma en un hilo, muy preocupados-.
            -Ahora es cuestión de que te recuperes y no te preocupes de nada-.
            Se despidieron de nosotros y se marcharon.
            Las enfermeras pasaban cada hora para observarme y comprobar mis constantes, que por lo que yo les preguntaba parecía que me iba recuperando favorablemente.
            Me dieron de cenar muy suave a base de sopa y tortilla a la francesa con agua y de postre una fruta.
            Habíamos pasado la tarde los tres, Pedro mi mujer y yo conversando de cosas banales: mi cuñado salía a informarse más técnicamente con médicos y auxiliares sobre todo lo que me acontecía,  sobre las pruebas que me habían hecho y las que faltaban por realizarme.
            A las nueve de la noche les dije a mi mujer y a Pedro que por favor se fueran a cenar y a descansar al hotel, ya que había sido un día muy fuerte, mi mujer no se quería marchar por nada del mundo pero yo la obligué enfadándome un poco con ella, yo la entendía, no quería dejarme solo, no quería separarse de mi, por fin entre Pedro y yo la convencimos y se marcharon, mi mujer con lagrimas en los ojos.
            Sobre las diez de la noche tuve una visita inesperada, se trataba la hermana Adela.
            -Te veo muy bien, sin aparatos ni tubos, te veo muy recuperado has experimentado un gran cambio de esta mañana ahora, pareces otra persona me alegro muchísimo, no he querido venir antes porque sabía que estabas con tu mujer y no debía interrumpiros porque sé que tendríais muchas cosas que deciros y que contaros, pero que sepas que me he acordado mucho de ti durante todo el día.
            -He sabido de la perdida de tu compañero y lo siento mucho, pero ha sido voluntad de Dios-.
            Yo la interrumpí.
            -Gracias hermana, me ha reconfortado mucho su presencia esta madrugada, me ha transmitido mucha tranquilidad, era la primera voz sosegada que oía y eso me ha hecho mucho bien-.
            -Si, mi mujer llegó descompuesta, no sabía con que se iba a encontrar pero conforme ha ido transcurriendo el día se ha tranquilizando  habló con sus hijos y sus padres para tranquilizarlos y también con mi madre porque todos estaban muy preocupados como es lógico y hace un rato que se ha marchado al hotel con mi cuñado ella no quería pero aquí no hacía nada y  debía descansar, aunque yo sé que no va a dormir tranquila y mañana a primera hora estará de nuevo aquí, que le va a costar mucho conciliar el sueño, es una persona muy sensible-. 
            -No me hago a la idea de la muerte de Gerardo, hermana. Tener a una persona joven, sana, fuerte al lado tuyo y un momento después ya no está, es muy duro hermana, y si es triste cuando es una persona mayor o enferma, cuando un accidente arrebata una vida joven, es duro muy duro-.
            Sor Adela se despidió de mí diciéndome que volvería a verme mas tarde y se marchó silenciosamente como llegó.
            La enfermera entró con una bandeja y me suministró mi medicación, diciéndome que el doctor había añadido algo para que descansara mejor.
            Tome las grageas con un poco de agua, la enfermera apagó la luz dejando un piloto tenue saliendo de la habitación cerrando la puerta tras de ella.

Dedicatoria


Dedicatoria:

A ti, qué  estas viniendo en ese viaje tan corto  desde la nada a la luz.
A ti, qué eres la alegría, la esperanza y el futuro  desde el primer momento de tu existir.
A ti, que antes de llegar ya has llenado de júbilo todo lo que te rodea.
A ti, te dedico todo el esfuerzo de dar  a luz esta obra al mundo.
                                                                                             
J.Orlando B.