jueves, 17 de febrero de 2011

Abandono de Buque ----------------- Capítulo Undécimo

ABANDONO DE BUQUE



            -Gerardo, creo que ha llegado el momento de salir a cubierta, al exterior, esto puede voltear en cualquier momento y no me gustaría que nos pillara dentro- Le dije.

            Quite el contacto del motor parado, después paré el que estaba en marcha.

            Sin el ruido de los motores, aún se hizo la  situación más patente, realmente era irreversible. La sensación de soledad y desastre se hizo más aguda, solos en medio de una mar embravecida que no perdonaba nada ni a nadie.

            Los elementos habían ganado….

            Salimos a la bañera, derrotados y asustados, ya no estábamos bajo la protección de la cabina del barco.

            En cubierta el viento y el agua nos azotaban, quedamos empapados casi de inmediato. Nos situamos en el pasillo de estribor agarrándonos con todas nuestras fuerzas a los pasamanos de la borda y de los del costado de la cabina, los golpes de mar eran lacerantes y constantes, el agua nos tenía empapados y el crujir del barco me introducía en una pesadilla que no podía ser real.

            Observé que los aros salvavidas que estaban en el exterior habían desaparecido así como los cristales del parabrisas del puente alto, lo que era un milagro que la antena de la radio subsistiera a pesar de los trallazos que pegaba.

            El barco quedo atravesado a la mar. Los movimientos eran atroces no sé cómo podíamos sostenernos en aquella posición. Pensé que en cualquier momento, una ola haría que el barco rodara sobre si mimo y pusiera la quilla al sol, debíamos de estar muy atentos para que no nos sorprendiera el vuelco.

            Pero un nuevo acontecimiento ocurrió.

            Un fuerte golpe de mar nos envolvió azotándonos con gran violencia.

            La fuerza del agua que nos pasaba por encima, atrapó a Gerardo y lo arrastró a la mar.

            Lo vi salir despedido por los aires atrapados por la ola.

            Mis entrañas se fueron con él, sentí como si arrancaran un trozo de mi ser, aquella ola se estaba llevando parte de mi.

            Gerardo estaba flotando en medio de las olas. Subía y bajaba zarandeado por las crestas y  los senos, desapareciendo de vez en cuando cubierto por la espuma que transportaba el viento.

            Me sentía impotente, no sabía qué hacer, como ayudarle, no tenía nada conque socorrerlo, la agonía me envolvía.

            Él, aterrado, luchaba contra las olas por mantener la cabeza fuera del agua, yo desesperaba por él, luchó durante un rato hasta que optó por dejarse llevar.

En un momento que cruzamos nuestras miradas, elevó el brazo haciendo un gesto con la mano, como diciendo “Nos vemos compañero” mientras el mar lo iba separando cada vez mas.

            Me encontraba solo y aterrorizado.

            Viento agua y desesperación eso es lo que tenía y mi compañero alejándose de este resto de  barco herido de muerte.

            El barco cargado de agua  totalmente desestabilizado giró y mostró todo su costado de estribor.
           
            Yo quedé tumbado sobre la ventana del salón, me puse de cuclillas y me sujeté al pasamanos.

            La popa empezó a sumergirse lentamente.

            Yo, asustado, pensando que el barco se hundía y me engulliría, salté por encima del pasamanos de la borda, me agarré el cuello del chaleco  con las dos manos y deslizándome por el casco hasta el pantoque salté al agua.

            El frío me envolvió al instante y al dejar de sentir la cubierta del barco bajo mis pies me sumí en un desasosiego y una oscuridad indescriptible, había perdido mi seguro, mi coraza mi esperanza de vida.

            Cuando volví a la realidad y analicé la situación, estaba  junto al costado del barco semi-hundido y temí que al desaparecer bajo las aguas me arrastrara con el.







            Quedé a sotavento, junto al casco a cubierto de los embates de la mar. El barco se iba sumergiendo poco a poco de costado junto al lado mío

            Conforme se hundía, iba soltando su carga de gasoil lentamente (sobre los mil litros) generando una gran mancha de combustible y creando una pequeña zona de calma a mí alrededor dándome un poco de sosiego.

            A Gerardo lo logre ver un par de veces cuando coincidimos en lo alto de una ola, pero se fue alejando de mi posición empujado por la mar y el viento hasta que dejé de verlo de tras de una cresta.
            Vi como se levantaba la proa del barco por encima de mí como si quisiera resistirse a lo inevitable, quedándose en posición totalmente vertical.

            Momentos más tarde se hundió totalmente la parte de la cabina que quedaba al aire quedando solamente al descubierto la mitad del solárium y la caja de cadenas, se mantuvo así durante unos minutos y el mar se lo tragó lentamente, el botalón del barco desapareció a un metro delante de mí para no emerger nunca jamás.

            Ya no había nada más que agua y mi desesperación, solo en la inmensidad del mar.

            Me encontraba como en otro universo, no podía ser, ¡como me estaba ocurriendo esto a mí! Si yo ante ayer estaba con mi mujer y mis hijos en la playa de El Campello.

            Me invadieron una enorme cantidad de pensamientos de resistencia frente a lo terrible de lo sucedido, entre ellos como poder sobrevivir en este medio hostil.

            Pensé en la hipotermia, el agua estaba fría, calculaba a unos diecisiete grados, lo importante era conservar el calor de mi cuerpo ¿cómo? seguí pensando.

            El chaleco me mantenía bien a flote, tenía que evitar movimientos bruscos evitando perder calorías de mi cuerpo y para que el agua que estaba en contacto con mi cuerpo y calentaba no se escapara y fuera sustituida por fría, así contendríamos un tanto la hipotermia, debía de mantener la calma, sabía que tendría que aguantar muchas horas en aquella situación.

            Debía de tener mi mente ocupada y no pensar en lo que me estaba sucediendo  para no caer en la desesperación.

            Empezaba a sentir un frío intenso, para combatirlo trataba de encoger las piernas y de envolverlas con mis brazos, trataba de acurrucarme para conservar más el calor, pero al estar sumergido prácticamente no surgía efecto mucho efecto, también en esa posición con toda la ropa y el chaleco era difícil mantenerla, resultaba muy cansado..

            Empecé a temblar de una forma convulsiva, era increíble cómo podía tiritar de aquella manera, me castañeteaban los dientes, era doloroso. (Era la forma de defenderse del organismo contra el frío)

            Esta situación duró un buen rato, poco a poco fueron remitiendo los temblores hasta calmarse totalmente, fue un descanso, así pude concentrarme en los golpes de mar y evitar la ingestión de agua.

            No sé el tiempo que llevaba en el agua cuando empecé a sentir los primeros calambres.

            La pierna derecha empezó a dolerme, con un tirón fuerte, la  estiré y la estuve moviendo hasta que al  rato pareció mitigarse.

            Sabía que esto sería el comienzo de una serie de calambres que no se el tiempo que durarían.
.
            Observé flotando alrededor mío una serie de objetos, entre ellos un paquete de latas de cerveza, las cogí y me las até a una cinta  del cuello del chaleco salvavidas.

            Desprendí una lata del paquete y bebí su contenido, pensé, que sería beneficioso meter más líquido al cuerpo. (Desgraciadamente al poco tiempo un embate del mar me las arrebató)

            La mancha de gasoil que se había escapado de los depósitos del barco y que me rodeaba se iba dispersando por la acción de las olas y la pequeña calma que me rodeaba iba desapareciendo con ella.

            Las olas a mí al rededor iban aumentando de intensidad y el agua que el viento levantaba de las crestas me ahogaba no me dejaba respirar bien. Me coloque de espaldas a la dirección del viento y del oleaje para mitigar el efecto y que no mediera en la cara. Notaba como las olas me elevaban en sus crestas y seguidamente  me dejaban caer en el seno.

            Hubo un momento que una cresta rompió conmigo y me llevó rodando sumergido en la espuma y en las turbulencias. Me atrapó desprevenido, y durante la inmersión que fue prolongada, me preció eterna, me faltaba el aire, pensé que me ahogaba, que este era el fin, pero afortunadamente salí a la superficie y volví a respirar con  mucha precaución para que no me entrara agua a los pulmones.

            Fueron unos momentos agobiantes siendo volteado dentro del agua por una fuerza descomunal sin saber hacia dónde nadar, totalmente desorientado a merced de aquella tromba.

            Debía de estar más atento para poder tomar una bocanada de aire y taparme la nariz si esto volvía a suceder.

            Fueron muchas más las veces que las olas rompieron contra mi arrastrándome en su interior pero no me cogieron desprevenido y pude tomar aire y aguantar la respiración durante el interminable revolcón.

            El tiempo transcurría sin saber cuánto, yo estaba fatigado por la constante lucha con el mar, dolorido por la cantidad de revolcones y calambres que había sufrido, desesperado por que no le veía el fin a esta situación.

            Esta situación era monótona e inacabable, sin esperanza y sin fin, era como la caída hacia el infinito, pero que sabía cuál iba a ser el final y me resistía a admitirlo no quería resignarme, no iban a poder conmigo.

            Parecía que el viento no era tan violento, hacía tiempo que las olas no me revolcaban, cuando una de ellas me levantó me giré hacía donde suponía que estaba  tierra y allí la vi.

            -Pensé, no está tan lejos-

            -Si me pusiera a nadar seguro que llegaría- Me dije.

            Inmediatamente reaccioné, como iba a llegar, con el mar y el viento en contra y lo exhausto que estaba, me habría encontrado de cara con la muerte si me hubiera dejado llevar por la alucinación, habría perdido todas mis energías y no hubiera avanzado ni un metro.

            Debía de permanecer lo mas inactivo posible y guardar todas mis energías, ya las gastaría poco a poco cuando se presentaran mas calambres y tuviera que estirarme para mitigar el dolor.

            Empezaron a pasar por mi mente todo tipo de recuerdos, mi infancia, el colegio, cuando conocí a mi novia hoy mi mujer, la época que pasé en la marina de guerra, mi primer trabajo, mi primer coche, cuando fuimos  padres….

            Aparecieron en mi mente los rostros de  mi mujer y de mis dos hijos, los contemplaba y en sus caras y en su mirada se reflejaba que me necesitaban.

            Yo no podía gastarles esa putada de morirme.

            No podía dejarlos en la estacada, desamparados con los pocos años que tenían, Ismael con quince años e Alexis con nueve, me necesitaban más que nunca.

            Me puse a llorar. La impotencia me invadía.

            Recodé cuando dos días antes de partir le dije a mi mujer que había pensado en proponerle a Ismael, (nuestro hijo mayor) que me acompañara en esta travesía ya que estaba de vacaciones de semana santa y sé que le podía hacer ilusión.

Mamá se negó rotundamente.

            ¡Diossssssssss......!

            Afortunadamente hice caso a mi mujer y mi hijo no ha venido.

            ¡Diossssssssss......!

            Si mi hijo me hubiera acompañado y se encontrara en esta misma situación..... No me lo puedo ni imaginar.

            Diossssssss................

            Mi hijo en medio del mar, con una posibilidad entre mil de poder salir con vida de esta situación. Su madre se muere de la tristeza

            Menos mal que no ha venido, no me lo hubiera perdonado, si le hubiera pasado algo, me hubiera suicidado.

            Dentro de esta situación tan caótica, aun así estaba dando gracias.

“Podía haber sido peor”. Qué incongruencia, qué paradoja. Sin lugar a elección, sin decisión.

            El sueño empezaba a apoderarse de mí, era el efecto del aletargamiento que producía el frío, la hipotermia estaba haciendo estragos en mi organismo, estaba empezando a dormirme a perder la consciencia, sentía la respiración lenta.

            En un momento noté como metía  la cabeza en el agua.

            -No, no puedo dormirme- Grité.

            -Si caigo en brazos del sueño me ahogaré-Me dije.
           
            -Piensa en algo, entretén tu mente,  concéntrate en las partes de tu cuerpo que llevas entumecidas e intenta darles vida. Pero no sucumbas al sueño-.
           
            Notaba una pesadez en el bajo vientre, me estaba orinando.

            -Pensé, si orino perderé calorías, pues me aguanto. A sí mantendré el calor en el cuerpo-

            No sé si estaba equivocado, pero es lo que yo creía. Con el frío que sentía y padecía, mi obsesión era mi calor corporal, conservarlo a toda costa. El calor es la vida y debo de evitar que se me escape. Trataba de mantener la posición fetal pero me fallaban las fuerzas para mantenerme cogido a mis piernas.

            Esta es la peor guerra que se puede mantener “La supervivencia extrema” va tu vida en ello, dependes de un hilo.

            Entre el ruido de las olas y el viento me pareció oír un rumor distinto, mire hacia arriba a mi alrededor, no conseguía distinguir que es lo que era, pensé que sería mi imaginación. Pero no. Volví a oír el mismo sonido.

            Traté de orientarme para conocer la dirección de donde procedía el sonido.

            Alcé la vista y vi en el horizonte un helicóptero. Estaba lejos. Evolucionaba en el aire, describía círculos, pero yo me encontraba muy alejado de su zona de búsqueda.

            Sentí un cierto alivio, no estaba solo, había alguien, gente que se preocupaba de mí, que me buscaba, que deseaba encontrarme y liberarme de la situación por la que estaba pasando.

            Pensé que estaba jugando al escondite con ellos, me buscaban pero yo me escondía tras las olas, un juego macabro que me iba la vida en ello.

            Entonces me acorde de Gerardo. ¿Cómo estaría, se encontraría bien, lo habrían encontrado?

            Que pena no haber podido permanecer juntos en estos momentos tan duros, habernos consolado el uno al otro y habernos dado ánimos y esperanza, pero el destino es inesperado y no sabemos nunca lo que nos puede deparar.

            Me hacía todas estas preguntas sin hallar respuesta, jamás las obtendría,
           
            El helicóptero desapareció dejé de oírlo. ¡Como puede irse si no me ha encontrado!

            La desesperanza volvió a apoderarse de mí, volví a sentirme solo y abandonado.

            El tiempo parecía que estaba parado, no pasaba, no ocurría nada, no sabía las horas transcurridas en esta situación, no sabía cuándo llegaría el final y cual sería, pero esto no podía ser indefinido.

            Vi en el horizonte un barco.

            Me buscan.

            Mis esperanzas renacieron a pesar de que se encontraba muy lejos. Pero al ver trafico me sentía como mas acompañado, sabía que nos estaban buscando. Sabía que había mucha gente pensando en nosotros, en estos dos desdichados perdidos en el mar con la espada de Damocles pendiente de un hilo sobre nuestras cabezas.

            Pero también sabíamos que la muerte nos rondaba.

            Las probabilidades de que nos encontraran eran remotísimas. De nosotros solo sobre salía de la mar nuestras cabezas y la parte de arriba del chaleco. Éramos como dos agujas en un pajar inmenso, sabían que estábamos ahí pero............

                                   ¿DONDE?

            Mire mi reloj por primera vez en todo el tiempo que estaba en el agua. Eran las 18h00. Llevaba seis horas flotando a la deriva a merced de las olas.

            El sol estaba treinta grados al oeste por encima del horizonte.

            Me dije:
            -Si cae la noche y el frío, esto se acabó-

            ¡Dioooosss........!.

            -Si tengo que morir aquí que sea ya, estoy cansado, harto de este suplicio, esto tiene que parar ya, no puedo soportarlo, no puedo soportar más esta pesadilla-

            No quiero morir, pero si ha de suceder que sea “ YA”

            -Para sufrir esta desesperación más vale acabar-

            Verdaderamente me encontraba muy mal, al borde del colapso, eran muchas horas de arduo combate por la supervivencia, sin un minuto de descanso y una crispación total, esfuerzo a tope, sentimientos a flor de piel, actos de arrepentimiento de hechos pasados, recuerdos agradables, actos mal realizados sintiendo vergüenza, recuerdos de buenos y malos momentos, el pensamiento de mi familia no se me iba de la cabeza y era lo que más me hacía sufrir, veía a mis hijos correr por la playa y la enorme sonrisa de mi mujer que me miraba desde el infinito y eso me destrozaba.

            Pero se me escapaban las fuerzas.

            Volvía de nuevo en mí y me decía:

                                                           “NO PUEDO MORIR...”


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