domingo, 13 de febrero de 2011

El Naufrágio -------------- Capítulo Décimo




Viernes, cinco de abril de 1.991.

            Sonó la alarma del pequeño despertador que me había llevado.

            Las 6h00, salté del saco de dormir, sin pensarlo, había descansado bien, a mí el mecerme toda la noche al compás de las pocas olas que entraban al puerto me resultaba agradable y tranquilizador estando bien abrigado  por el saco de dormir ya que él los barcos hay mucha humedad, del orden del 90%.

            -Es hora de ponernos en marcha. Dije en voz alta-.

            Salí del camarote, salí al pasillo y abrí la puerta del camarote de invitados donde descansaba mi compañero de viaje.

            -Buenos días Gerardo. Arriba que ya es hora de reanudar el viaje-.

            -¿Que tal has descansado?-

            -Bien, Armando-.

            -Bueno, vamos a asearnos, tomamos un zumo y “Máquina” como dicen los marinos. Nos hacemos a la mar-.

            Salí a cubierta y subí al puente alto a respirar aire fresco impregnado de los olores del puerto y del mar, es un aroma característico y muy particular, por nuestra proa el sol estaba encima del horizonte pintándolo todo de un color dorado al reflejarse en el mar recortándose por encima del espigón de levante proyectando su sombra.

            Un llaúd mallorquín navegaba por el canal en dirección a la bocana  del puerto, se vía a los tripulantes conversando alegremente, seguramente comentando el día  que les esperaba, ya iban preparando las cañas de pesca para el curricán que empezarían a practicar nada más salir a mar abierto. A mi es la modalidad de pesca que mas me agrada, vas constantemente navegando a una velocidad moderada de cuatro o cinco nudos disfrutando del barco  y de esta forma se marea menos la gente a diferencia de estar parado o fondeado ya que el barco se mueve más y sobre todo los invitados que están menos acostumbrados pillan unas moñas que los dejan KO.

            La jornada se preveía tranquila, no hacía viento no habían nubarrones, esperemos que el parte meteorológico no nos depare ninguna  historia rara  y  las cinco horas que nos quedan hasta llegar a destino transcurran con buena mar.

            Bajé a la bañera, entre al salón y me encontré a Gerardo en su camarote recogiendo sus pertrechos, yo me dispuse a hacer lo propio con mis  objetos personales, saco, útiles de aseo, rehíce la bolsa de viaje para tenerlo todo en orden para cuando llegáramos a destino estuviera todo recogido y el armador y el representante no pensaran que éramos unos desastres y pudiera entregar el barco con rapidez no  perdiendo mucho tiempo para poder emprender el retorno y pasar el fin de semana con la familia.

            Me senté en el puesto de mando, comprobé que las palancas de aceleración se encontraban en punto muerto y arranqué los motores, salí a la bañera me asome por la borda a comprobar que salía agua por los escapes y el humo correcto.

            -Gerardo, acércate a marinería y que te den el parte meteorológico si no lo tienen que lo pidan a la costera y dile al marinero que vamos a cargar combustible, mientras voy revisando el barco, ya desayunaremos algo cuando salgamos a la mar-.

            -Entendido, salto a tierra-. Me dijo Gerardo.

             Solté la toma de corriente de  tierra, recogí el cable y lo estibé en su alojamiento, desconecté los circuitos de 220 c.a. y le di alimentación al cuadro de 12 c.c., comprobé bombas de achique, molinete y luces de navegación, las encendí todas y salí a cubierta comprobarlo. De momento todo perfecto.

            Aligeré las dos amarras de popa y la de proa y entré en el salón para desplegar la carta del delta del Ebro hasta el Masnou y repasar los datos que ya marque en Santa Pola mientras regresaba Gerardo.

            Desde donde yo estaba sentado vi a Gerardo acercarse acompañado de un marinero del club, salí a recibirlos, salude al marinero y cuando Gerardo embarcó me dijo que había venido para ayudarnos a soltar amarras.
            Trepé al puente alto, puse los timones a la vía y le grite a Gerardo que soltara a popa, el soltó una a una las amarras y se las dio al marinero,  se dirigió a proa para  soltar el amarre que quedaba.

            El barco quedó suelto y por la inercia y una parada avante que di salió al canal cuando la popa libro la proa del barco que estaba  a nuestro costado de babor, ciabogando a estribor enfilamos el canal.

            Llegamos al final del canal caí a estribor para enfilar el canal principal y encaminarme hasta la gasolinera

            Cuando llegamos a la estación de servicio ya había allí un marinero que nos esperaba, nos abarloamos por estribor paré los motores quité los contactos y comenzamos a cargar combustible, seis cientos litros en total, depósitos llenos, es conveniente hacerse a la mar con los depósitos a tope, nunca se sabe lo que puede pasar, sobre todo si se levanta un temporal y no te deja entrar a puerto y tienes que permanecer en la mar capeando el temporal.
            Bajé a tierra para pagar la factura del gasoil, me despedí del marinero y embarqué y entré al salón, descolgué el radio teléfono y llamé a al club náutico.

            -Club náutico de las Fuente embarcación Seamar. Me recibe. Cambio-

            -Adelante Seamar. Aquí club náutico de la Fuentes. Le recibo. Cambio-

            -Nos marchamos, continuamos nuestra ruta, gracias por sus atenciones y hasta otra-

            -Gracias Seamar. Buena travesía y mejor arribada-

            Subí al puente alto. Arranque los dos motores que ya estaban calientes.

            Puse el timón a la vía

            Desde lo alto, comprobé que la proa estuviera despejada sin tráfico de entrada o de salida  al pantalán.

-Prepárate para soltar amarras - Le dije.

            -Gerardo, estaba preparado en la bañera, para soltar cuando yo se lo indicara-.

            -¡Suelta popa!-

            Soltó  el cabo y lo lanzó a tierra

            Gerardo, se dirigió a proa a esperar mi orden de soltar.

            -¡Suelta proa!-

            El marinero nos abrió la proa  y di avante al motor de estribor, el barco se fue separando poco a poco de tierra dirigiéndose hacia la salida del puerto.

            Al salir por la bocana  gire a babor para tomar rumbo al Delta del Ebro

            En el horizonte por la banda de estribor, algunos barcos de pesca faenaban a lo lejos con sus aparejos desplegados por la popa

            En la mar soplaba una ligera brisa procedente de tierra  una bandada de gaviotas estaba cerca de nosotros posada en el mar.

            El barco avanzaba suavemente rumbo al delta del Ebro.

            -Gerardo ponte al timón voy a comprobar la carta-

            Me senté en la mesa del salón ojeé el parte meteorológico que recogió Gerardo antes de partir del  club náutico  y leí: “Mar en calma. Tramontana, fuerza dos a media mañana. Despejado.” No está mal, dije yo. Desplegué la carta y leí los trazos de la ruta que íbamos a seguir.

            Haríamos un rumbo directo desde la bocana del puerto hasta   la boya del Butano que se encuentra a una distancia de cuarenta  millas rumbo 048 y a tres millas separada de la costa de la punta del delta frente al cabo Tortosa, tardaríamos aproximadamente dos horas en recorrer este tramo.

            Bajé a la cocina y tomé dos botes de naranja de la nevera.

            Salí a la bañera y ascendí al puente alto donde se encontraba Gerardo patroneando la embarcación. Me acomode junto a él  en el asiento doble le ofrecí el refresco y le dije: 

            -Gerardo,  pon rumbo cero cuatro ocho. Velocidad veinte nudos. En dos horas estamos entrando en el golfo de San Jordi-.

            -Disfrutemos de la travesía-.

            Encendimos un cigarrito mientras la brisa nos daba en el rostro.

            Llevábamos treinta minutos cuando:

            -¡Eh, mira lo que flota allá delante!-

            Era como una pequeña isla. Conforme nos íbamos acercando a ella, pero a una distancia prudencial, vimos que estaba formada por troncos y arbustos.

            Todo esto eran arrastres del río Ebro.

            Son bastantes peligros los alrededores del Delta del Ebro, por las corrientes y los arrastres, hay abundancia de troncos, maderas y desechos que pueden dar al traste con cualquier embarcación pequeña como la nuestra.

            Debemos de tener mucha precaución al navegar por estas aguas.

            Por lo cual le hice observar a Gerardo que debíamos de llevar los ojos bien abiertos y estar muy alerta, porque en cualquier momento tendríamos que dar un bandazo para esquivar algún obstáculo.

            Vimos mas manchas de basura y de arbustos durante nuestro acercamiento al delta. Tuvimos que cambiar en varias ocasiones de rumbo para sortear estas trampas que se nos presentaban en esta zona.

            A unas doce millas de distancia de las Fuentes divisamos por nuestro costado de babor a unas dos millas la ciudad de Peñíscola, situada en una península fortificada y él lo alto cuenta con el castillo del Papa Luna, una ciudad muy bonita y pintoresca, digna de ser visitada.

            Habían transcurrido dos horas desde que zarpamos del puerto de las Fuentes y ya se divisaba a lo lejos frente a nosotros la boya del butano justo delante de las tierras bajas del delta.

            Cuando franqueamos la boya por la banda de babor  puse rumbo 056 al Delta del Llobregat desde allí divisaremos el puerto de Barcelona, eso era una distancia de sesenta y siete millas.

            Tardaríamos alrededor de tres horas y media en llegar a la altura de Barcelona y media hora más al puerto del Masnou si todo iba bien como hasta este momento.

            -Venga Gerardo que en cuatro horas o cuatro y media estamos en puerto- Le dije.

            La costa desapareció de la banda de babor, estábamos a más de quince millas de tierra, estábamos adentrándonos en el Golfo de San Jordi.

            La entrada en aguas del golfo de San Jordi no supuso un gran incremento de la fuerza del viento, yo le calculo un fuerza dos, nada que justificara cambiar el rumbo ni la velocidad y navegar al abrigo de tierra, por lo cual continuamos nuestra travesía cómoda.

            Cada hora comprobábamos la posible entrada de agua por el prensa y que todo estuviera en orden en la sala de máquinas,  Gerardo y yo nos íbamos relevando al timón para que la travesía resultara lo más agradable posible, oteando el horizonte observando el trafico, leyendo de cuando en cuando la carta náutica  y haciendo los cálculos correspondientes y así tener la proa al rumbo correcto.

            Echábamos de menos un piloto automático, pero todo no se puede tener. Es una pena hubiéramos hecho el viaje más relajado.

            Veinte minutos hacía que dejamos la boya por nuestra popa, cuando poco a poco la brisa suave fue convirtiéndose   en un viento un tanto molesto del través de babor procedente de tierra que y nos hizo descender del puente alto al puesto de mando de la cabina, no es que fuera muy fuerte pero si desagradable. Era el “Maestral” viento del noroeste, procedente de tierra y que recorre el valle del Ebro. Esperemos que no arrecie demasiado, pensé.

            El barco comenzaba a pantoquear, reduje nuestra  velocidad de crucero a  quince nudos, suficiente para que en una hora  aproximadamente termináramos de atravesar sin incidencias el golfo, zona que es característica por sus rachas de viento.

            Casi una hora hacía que habíamos dejado por nuestra popa el delta del Ebro, estábamos en el centro del golfo.

            Sin previo aviso el viento de Tramontana aulló, el mar se embraveció, las olas rompían contra nuestra banda de babor, convirtiendo el barco en una batidora

            Era una tormenta de viento algo inusual, el barco empezó a tambalearse por el acoso de las olas.
            Reduje la velocidad a seis nudos.

            Navegábamos como en una nube de espuma que nos hacia poner el limpia sin detenerlo, ya que nos impedía ver el horizonte.

            El barco estaba atravesado a la mar, posición muy peligrosa para cómo se estaban poniendo las cosas.

            El rumbo noreste que llevábamos era insostenible.

            -Vamos a virar a babor y nos dirigimos hacia tierra, así cogeremos la mar de proa y la costa nos guarecerá del viento- Le dije a Gerardo.

            Nos encontraríamos a unas doce o catorce millas de distancia sobre la vertical de Hopitalet de los Infantes. Vire la embarcación en esa dirección proa a la mar. Rumbo tres cero cinco.

            Nos entraba el viento y las olas por la amura de babor.

            Tal era en ese momento la fuerza del temporal que no creo que alcanzáramos más de dos nudos de velocidad en avante.

            El gobierno de la embarcación se hacía cada vez más penoso.

            Las olas nos pasaban por encima, parecía que se había desatado toda la ira de Dios en aquel trozo de mar.

            Comprobamos toda la estanqueidad del barco y amarramos todo lo que se pudiera caer, si es que no andaba ya por la cubierta.

            Era increíble como había cambiado la situación, en apenas unos minutos se nos habían truncado todos los planes.

            A la velocidad que navegábamos y al tener que dirigirnos a la costa para circunvalar el golfo, significaba que lo mejor era resguardarnos en el mejor puerto que encontrásemos y no continuar el viaje hasta que calmara el temporal.

            -Entraremos en Hospitalet de los Infantes. Si el mar no nos lo impide. Le dije-.

            La superficie del mar totalmente blanca por la espuma que generaban las olas al romper, el rugido del mar era aterrador.

            El barco a pesar de sus nueve metros de  eslora, se comportaba noblemente, levantaba la proa conforme venían las olas las sorteábamos una tras otra, perdíamos de vista el continente cuando estábamos en el seno de la ola y volvíamos a divisarlo en la cresta.

            El viento incrementaba su fuerza, la mar era tan gruesa que muchas olas nos pasaban por encima, la situación empeoraba.

            El barco se hacía cada vez mas ingobernable, la fuerza del mar trataba de atravesarnos, situación que debía de evitar a toda costa, ya que corríamos el riesgo de escorarnos en demasía y volcar con tal fuerza del oleaje.

            Conseguí mejor gobernabilidad poniendo el timón a la vía y dirigiendo el barco con la potencia de los motores que transmiten a las hélices. De esta forma cada golpe de aceleración en cada una de las palancas hace que el barco reaccione más prontamente.

            Tal era la fuerza de la mar que la sensación nuestra era que el barco no avanzaba, la costa la veíamos a la misma distancia. Pero los ánimos no podían decaer. Teníamos que resistir.

            -Pon una toalla en esa ventana-.

            -Sujeta la mesa está cediendo-.

            Estas eran las indicaciones u otras parecidas que le daba a Gerardo, el hacia lo que podía, mientras yo gobernaba el barco a duras penas.

            El  barco era una bailarina, escoraba a babor a estridor, metía la proa.

            ¡Como que si metía la proa! la llevaba casi todo el tiempo dentro del agua.

            La escotilla del pozo de anclas iba casi todo el tiempo abierta a consecuencia de los machetazos que pegaba la proa contra las olas embarcando mucha agua.

            Temía que saliera la cadena de su alojamiento y cayera al agua, se enredara con las hélices y nos quedáramos sin empuje, eso sería el fin, un barco sin gobierno tiende a atravesarse a la mar y suele volcar.

            Pero haber quien era el guapo que salía ahí afuera para cerrarla.

            No me preocupaba demasiado porque el pozo de cadenas tiene desagüe, que le sirve de aliviadero.

            No hizo falta salir a cerrarla, uno de los golpes de mar arrancó las dos bisagras que la sujetaban a la cubierta y la arrastró. Por suerte para nosotros no golpeo el parabrisas al salir despedida. Esto hubiera sido fatal para el barco  si se hubiera roto el cristal teniendo que navegar de proa a la mar nos hubiéramos ido al fondo en dos minutos.

            Optamos por practicar un tipo de navegación que consistía en una especie de “Surfeo” en las olas, las remontábamos por las amuras alternando la amura de babor y otra por estribor, así conservábamos el rumbo y las bajábamos de proa.

            Hacía un buen rato que había notado que el barco clavaba mucho la proa, lo achaqué a que constantemente estábamos atravesando los senos de las olas.

            Un constante trabajo, la tensión a flor de piel, no nos podíamos permitir tener miedo ni el menor descuido.

            No sé el tiempo que había transcurrido en esta tensa situación, pero veíamos que se hacía interminable, golpe tras golpe, estábamos entumecidos.

            La radio  estaba muda, no había ningún mensaje.

            El mar era una cordillera de montañas inmensas de agua en movimiento rompiendo por doquier llenando el aire de espuma y con visibilidad nula.

            Empezamos a oír un golpeteo seco “tom....tom.tom....tom...”

            Gerardo me dijo. -¿Estás oyendo?-

            -Si, le dije. Lo he oído varias veces, no sé de donde puede venir-.

            Gerardo  fue a inspeccionar.

            Lo vi entrar al cuarto de baño. Salió sin decir nada. Revisó la cocina sin encontrar nada sospechoso.

            Entró en el camarote de proa.

            De momento oí que decía:

            -Tenemos agua en el camarote de principal-

            Le miré la cara y la tenía descompuesta, estaba asustado

            -Observa a ver por dónde sale- Le dije-.

            -El agua viene del techo- Me dijo-.

            -¡Del techo!- Dije yo -Relévame en el puesto de mando que voy a ver la entrada del agua-.

            De un salto me presente en la entrada del camarote de proa.

            El agua entraba por el borde del techo de proa que linda con el pozo de cadenas cayendo encima de la litera, filtraba por la tapa de  debajo del colchón, llenando el cofre de estiba de debajo de la litera con capacidad de  más de quinientos litros, rebosándola y cayendo al sollado.

            El ruido que oíamos era el batir de los objetos que había en el interior del cofre.

            El problema que teníamos era importe, un compartimento con un sobrepeso en proa de aproximadamente de media tonelada de lastre de agua que nos sumergía la proa, cuando la teníamos que llevar lo mas airosa posible.

            Yo me acojoné.

            Me puse a pensar cuál podía ser la causa para que entrara el agua  a esa altura, por encima de la línea de flotación, en una zona que se mantiene siempre fuera del agua.

            Intuía que la entrada de agua se producía al llenarse el pozo de cadenas y filtrarse a través de la  junta entre la cubierta y el mamparo de colisión, quizás por un fallo del sellado que probablemente se hubiera agrietado a causa de los golpes de mar o el fallo del pasamuros de los cables eléctricos de la maquinilla de levar anclas. ¿Que estarían embozados los desagües del pozo de cadenas?

            No nos habíamos percatado, hasta que no se llenó el cofre de la litera y los objetos de su interior empezaron a flotar en su interior y a golpear los costados.

            Teníamos dos problemas cruciales para nuestra supervivencia a los cuales había que intentar darles solución:

1º Achicar el agua que había entrado en el barco para conseguir mayor flotabilidad y agilidad.

2º  Evitar que el agua entrara a través de la grieta, fisura o rotura y siguiera inundando el barco y nos enviara a pique.

            Me dirigí a mi compañero y le expuse la situación.

            Soluciones

            Reparar..... Imposible, no disponíamos de ningún medio ni utensilios ni herramientas para reparar,  siendo la rotura interna y de difícil acceso.

            ¿Cómo evitar que entrase agua a bordo?

            Debíamos de levantar la proa para que no entrase agua al pozo de cadenas.

            Con el rumbo que llevábamos proa a la mar era imposible evitar no sumergir el barco en las olas y que el agua se filtrase, por lo tanto deberíamos de cambiar de rumbo.

            Que rumbo tomar:

            Proa a Tarragona imposible, no podíamos ir atravesados a la mar, volcaríamos.

            Pensé que la solución sería poner popa a la mar rumbo a las islas Baleares, a Mallorca.

            -Toma el mando voy a ver el rumbo aproximado-

            Me acomode con mucha dificultad en la mesa del salón a causa de los bandazos, tomé el lápiz de cera y la regla trazando una línea desde mi situación aproximada hasta Mallorca más o menos rumbo Soller, usando el transportador de ángulos   estimé un rumbo 135º que coincidía con la dirección del oleaje, medí la distancia y salían unas 100 millas, teníamos combustible.

            Le dije a Gerardo:

            -Tenemos combustible suficiente para llegar a Mallorca, si seguimos ese rumbo  no combatimos contra el mar y el viento correremos el temporal y si nos subimos en el lomo de una ola levantaremos la proa dejará de entrar agua.

            -Aguantaremos ese rumbo hasta que calme. Esta puede ser una buena solución para mantenernos a flote.

            -Tenemos que achicar el agua acumulada en el cofre de la litera de proa, el peso nos hace que vallamos más aproados y necesitamos la proa ligera y combativa-

            Gerardo estuvo de acuerdo en todo lo que le estaba explicando comprendía que si seguíamos embarcando agua  manteniendo el rumbo que llevábamos nos iríamos a pique.

            -¿Armando que hago?- Me preguntó.

            -Mientras veo el momento más propicio para virar y cambiar de rumbo evitando que ninguna ola nos sorprenda de costado y nos vuelque,  tú trata de romper con un extintor el  costado del cofre de la cama para que salga el agua hasta la sentina y las bombas de achique puedan desembarcarla- Le dije.

            Las dificultades que teníamos a bordo eran importantes, la horizontalidad inexistente los cabeceos del barco infinitos y el momento muy crítico.

            Yo calculo que las olas tendrían entre los seis a siete metros de altura y en estas circunstancias  tenía que encontrar el momento de virar el barco en el seno de una de ellas.

            Gerardo se encontraba atareado dando golpes contra el cofre con el extintor que había cogido de la cocina, teniendo muchas dificultades para mantener  el  equilibrio y permanecer en pié.

            -Gerardo agárrate vamos a virar. Le dije-.

            Encontré el momento oportuno y haciendo una violenta ciaboga empecé a caer a estribor.

            Babor todo avante estribor todo a tras.

            El tiempo se hizo eterno durante la maniobra viendo como se acercaba la enorme ola que nos precedía.

            Corríamos el riesgo de quedar atravesados a la mar y volcar y que nos tragara una ola si no se hacía esta maniobra con máxima rapidez.

            La maniobra salió bien y el barco quedó rumbo Mallorca, al 135º aproximadamente.

            Con los motores a toda potencia remontando hacia la cresta de la ola que nos antecedía, nos situamos cabalgando a su lomo con la proa levantada fuera del agua.

            Comencé a oír las bombas de achique que empezaron a trabajar bien, sacando el agua que habíamos embarcado.

Un suspiro me salió de lo más hondo, sintiendo un gran alivio.

            Parece que teníamos solucionado un problema. De momento…

            Gerardo estaba inmerso en su duro trabajo, el continuo golpeteo, insistiendo e intentando perforar el cofre. Era importante, sacar el agua de allí, nos ayudaría muchísimo. Necesitábamos más flotabilidad y menos lastre.

            Tenía que estar muy pendiente por mantener la posición del barco para que no se atrasara, pues podía caer en el rompiente de la ola que llevábamos detrás y no avanzar demasiado para no caer por la cresta de la ola sobre la que cabalgábamos.

            Esa era la lucha, acelera, corta…el gas de los motores.

            No sabíamos el tiempo que esto podía durar.

            No sabía la velocidad en avante que llevaba el barco.

            Era una velocidad relativa, ya que navegábamos sobre una ola en movimiento y llevábamos su misma velocidad.

            Gerardo apareció en la cabina y me dijo: Ya cedió el mamparo del cofre y se está vaciando toda el agua.

            El hombre venía sudoroso y descompuesto con sangre en las manos de haberse herido en el trascurso de su cometido tan importante y valioso de conseguir eliminar el agua que nos lastraba el barco.

            Roto el cofre, toda la entrada de agua que procedía del pozo de cadenas iba a parar directamente a la sentina y las bombas de achique la echaban fuera, ya no había ningún depósito negativo que dificultara la navegabilidad del barco.

            Genial, vamos a ver si la situación se mantiene así y vamos pasando el trago.

            -Debemos ir a cambiarnos de ropa y a ponernos los chalecos- Le dije. Ya que íbamos con pantalón corto y camiseta y un chubasquero ligero, ropa cómoda para movernos dentro del barco, pero la situación era otra muy diferente y requería que nos abrigáramos y nos protegiéramos por lo que pudiera suceder.

            Nos vestimos con ropa de abrigo, pantalón largo, jersey, calcetines gordos, botas, anorak y chaleco salvavidas, bien pertrechados por si en algún momento preciso teníamos que salir a cubierta para hacer algún trabajo, lo cual no podíamos descartar.

            Muy pendientes de observar la situación del barco y de su comportamiento, pendientes de como evolucionaban las olas y poder mantener la embarcación en una posición favorable para la navegación en aquella situación tan adversa y a la espera de que las condiciones meteorológicas mejorasen.

            Parecía que la decisión había sido acertada, el barco navegaba bien, bueno más estable y con la proa permanentemente fuera del agua, lo que significaba que por la vía  no entraba ni gota. Esto era una gran tranquilidad dentro de la situación.

        
          Sobre saltados por un tremendo rugido en nuestra popa, vimos como la cresta de una ola rompía estrepitosamente detrás de nosotros y los cientos de toneladas de agua  venían directos hacia nosotros.

            El corazón me dio un vuelco, me quedé petrificado, me pitaban los oídos y me dolían las sienes, pensaba que aquí se acababa todo………

            Era una pared de torbellinos de agua y espuma descontrolados  de tal magnitud que comenzaron a tragarse el barco por la popa.

            El agua invadió la bañera llegando a una altura de hasta más de la mitad de la cristalera del salón, sumergiendo la mitad del barco.

            Reaccioné poniendo en aquel momento los motores a toda potencia con el fin de contrarrestar aquella fuerza que nos hundía que nos tragaba.

            Los motores rugían el barco temblaba y crujía parecía que se iba a desarmar.

            La lucha que ofrecíamos a toda aquella masa de agua que pretendía llevarnos al fondo fue titánica.

            El barco tiraba hacia arriba hacia la superficie y el mar trataba de engullirnos  de arrastrarnos hasta el fondo del mar.

            Los volvos resistían bien, rugían a todo gas, se oía el silbido de los turbos parecían gritos de dolor y de furia como de potros desbocados, inyectando aire y gasoil a toda presión dentro de la cámara de combustión de los motores de doscientos caballos cada uno.

            La presión de aceite estaba subiendo alarmantemente así como la temperatura de los motores, pero tenía que seguir exigiéndoles la máxima potencia.

            Temía otro problema, que la gran presión del agua que invadía la bañera contra  las cristaleras llegara a destrozarlas, por lo que teníamos que salir cuanto antes.

            Sí eso sucedía,  sería el fin.

            El agua entraría de golpe en el salón llevándoselo todo por delante e inundando la totalidad del barco sin posibilidad de reflotarlo, se convertiría en una piedra, arrastrándolo hasta el fondo con nosotros dentro, sin posibilidad de salir de él por la terrible presión.

            Con más pánico que fuerza, empujé las palancas de potencia hacia adelante y con toda mi fe rogué para que el barco resistiera la succión de los torbellinos, el peso y la presión del agua en la bañera sin que se destrozara.

            Fueron unos minutos interminables.

            Miedo, impotencia, pánico.

            Fue una lucha feroz del hombre y máquina contra los elementos.

            Lucha que rara vez gana el hombre, pero en esta ocasión se alzó airoso.

            Poco a poco el barco salió avante, nos libramos de las garras de la mar.

            El barco emergía lentamente del agua.

            La bañera del barco actuaba como una enorme piscina, llena de agua vaciándose lentamente por debajo de la puerta de popa y los pequeños desagües de cubierta

            Situé el barco otra vez en posición de combatir sobre una ola.
            Gerardo estaba asustado, yo más que él, pero habíamos ganado esta batalla.

            -Lo hemos pasado mal, ¿verdad amigo?- Le pregunte.

            -Si, muy mal, a puntito hemos estado- Me contestó.

            Me asaltó una duda. ¿Lo que había ocurrido había sido porque me había descuidado acercándome demasiado a la ola que rompía en nuestra popa o ha sido la propia mar descontrolada la que ha estado a punto de engullirnos?

            Nunca lo sabremos, pero por si acaso, ojo avizor, estaremos más despiertos para que no vuelva a ocurrir.

            Revisamos el barco para cerciorarnos que no habíamos sufrido ningún otro desperfecto importante, vigilamos la vía de agua de proa y comprobamos que no entraba, el barco estaba seco, las bombas de achique funcionaban perfectamente.

            El viento seguía ululando, la mar un caos y nosotros seguíamos navegando rumbo a Mallorca a una velocidad superior a lo que a mí me hubiera gustado en etas circunstancias, pero era la que nos imponía correr el temporal y la cadencia de ola, teníamos que estar ahí, al ritmo del mar.

            -Verás tú como que esto se pasa pronto- Le decía a Gerardo.

            -Dios te oiga, esto es una pesadilla- Me decía é-.

            No habían transcurrido ni diez minutos cuando….
            Notamos como la ola en la que estábamos subidos, parecía como si se desinflara y un enorme estruendo ensordecedor sonó de nuevo detrás de nosotros, notamos como el barco era empujado hacia adelante violentamente.

            Echamos la vista atrás y vimos como otra enorme ola se nos abalanzaba empujándonos en medio de  un universo de espuma y agua embravecida.

            -Grité: ¡Otra vez no...por favor!-

            El agua empezó a saltar por encima de la borda e inundar la bañera.

            La popa del barco se sumergió de nuevo.

            Veíamos el nivel del agua como subía  a una altura a más de la mitad de la cristalera.

            El terror nos invadió con más fuerza, porque ya sabíamos lo que iba acontecer y el Riesco que conllevaba y donde podía desembocar.

            Puse los motores a su máxima potencia y así de esta manera intentar de nuevo ganarle la partida al mar.

            Sabíamos que era muy difícil salir de la situación porque ya la habíamos vivido pero confiando en la providencia y en el barco esperamos sobrevivir.

            Por las juntas de la puerta corredera del salón se filtraban chorros de agua, prueba de que estaba a punto de ceder.
            -Diosssssssss....-

            Yo seguía acelerando los motores al máximo.

            El ruido era ensordecedor.

            Ya no era miedo, era terror. Me imaginaba la puerta estallando.

            El barco temblaba.

            Zigzagueaba, sufría como tirones avante y atrás.

            Las vibraciones podrían reventarlo todo.

            Notaba como el barco luchaba para no ser engullido por el mar.

            Había que deshacerse de todas las toneladas de agua que llevábamos embarcadas en la bañera que estaban aplastando el barco.

            También podía ceder la escotilla de la bañera. Eso terminaría con  el barco y nosotros con suerte nadando en la mar.

            -Que no se rompa la puerta...que resista- Pensaba yo.

            Los momentos eran interminables.

            La incertidumbre descomunal.

El barco estaba ya muy mal parado y resentido, se le veía retorcerse.

            Estábamos en manos de la suerte.

            Poco a poco la popa fue emergiendo y la bañera se vaciaba lentamente.

            La embarcación adquirió toda su flotabilidad.

            El agua que entró al interior dejó todo empapado,  se deslizó hasta la sentina por la cocina y las bombas la achicaron.

            Nos mirábamos el uno al otro sudorosos, desencajados, asustados y sin saber que decir ni cómo reaccionar.

            Estaba confundido, pero había que tomar decisiones rápidamente.

            Al pronto, le dije a Gerardo:

            -Otra embestida de este tipo va a reventar el barco, nos vamos a hundir lejos de la costa, nos iremos directamente al fondo si no aguantan las cristaleras,  o la escotilla de la bañera, el barco a sufrido mucho en su estructura, ¿viste como entraba el agua por las juntas de las ventanas y correderas?, la embarcación se estaba volviendo frágil la había visto retorcerse, eso denotaba que su estructura se estaba debilitando, debíamos de optar por otra solución-.

            -Si, otra solución drástica pero creo que más conveniente-
            -Veo que la táctica de correr el temporal rumbo a Mallorca nos va a llevar a la catástrofe más lejos de la costa-

            -Mas difícil de encontrarnos en caso de naufragar-

            -Creo que debemos de cambiar el rumbo y dirigirnos a tierra y capear el temporal, aunque como bien sabemos esto provocará que entre el agua por la vía que llevamos a proa y lo más probable es que nos hundamos antes de llegar a tierra, con una diferencia  esta vez no entrará con tanta rapidez ni se acumulara en tanto volumen al estar roto el arcón que la retenía, controlaremos mejor la situación y nos dará tiempo a mandar un S.O.S. -

            -Probablemente acudan a nuestra llamada de auxilio-

            -Si tenemos que hundirnos yo prefiero hacerlo cerca de la costa que mar a dentro y siempre queda la esperanza de que esto amaine y de que el barco resista hasta que recibamos ayuda o lleguemos a varar en una playa o a entrar en un puerto-

            -¿Qué te parece?-

            -Me parece bien, yo también prefiero que nos acerquemos a la costa- Contestó Gerardo.

            Nadaba en un mar de dudas, pero estaba seguro que esta era la mejor y definitiva decisión, así que me puse manos a la obra.

            Estuve esperando el momento adecuado para iniciar la ciaboga que nos pusiera rumbo a tierra.

            Tomando la mar por la amura de babor, hice la maniobra y puse rumbo 315º.

            Esperamos no meter demasiado la proa en el agua con el fin de evitar que entrara por el fallo del pozo de cadenas.

            Opté por la navegación tipo  surfeo amurado a la mar, tomando las olas por las amuras y no de proa cerrada, teniendo la precaución de no atravesarnos.

            Esta vez embarcaríamos menos agua y además no quedaría retenida en el cofre de la litera del camarote principal ya  que la había roto Gerardo

            -Está entrando agua- Dijo Gerardo.

            -Gerardo, ponte al mando- Dije.

            Me dirigí al camarote de proa.

            El agua entraba sin cesar por la junta del techo. Era lógico, las olas rompían constantemente contra nuestra proa, a pesar de que navegábamos constantemente en zigzag para tomar las olas por las amuras, pero el embate del mar nos superaba.

            Fui a la cocina, me arrodillé y levante una tapa del suelo donde se encontraba una bomba de achique. Observé que el agua la cubría totalmente.
            Comprendí que esto no iba bien.

            Intuía que las bombas no iban a dar a basto.
            Eran las 11h00 del viernes día 5 de abril de 1.991, presentía que este día iba a marcar mi vida para siempre.

            Tomé el Micrófono del V.H.F. en el canal 16 de emergencias:

            -Tarragona radio.....Tarragona radio aquí embarcación Seamar 900  haciendo llamada de socorro... MAYDAY... MAYDAY-

            --Tarragona radio.....Tarragona radio aquí embarcación Seamar 900  haciendo llamada de socorro... MAYDAY... MAYDAY-

            Inmediatamente sonó la radio.........

            -Embarcación Seamar 900 aquí Tarragona radio, adelante díganos su posición y daños que sufre-

            -Aquí embarcación Seamar para Tarragona radio... estamos a unas ocho o diez millas de la costa, rumbo  tres uno cinco, en la perpendicular de la central de Valdellos con una vía de agua en proa. Cambio-

            -Embarcación Seamar Tarragona radio describa la embarcación-

            -Tarragona radio embarcación Seamar...eslora diez metros, color del casco blanco con cabina y puente alto vamos rumbo tres uno cinco y divisamos a la termonuclear por la proa........ Calculamos que podremos mantenernos a flote una hora si no se paran los motores-

            -Embarcación Seamar Tarragona Radio vamos a ponernos en contacto con la base de Cruz Roja del Mar de Tarragona para poder auxiliarles lo antes posible........manténganse a la escucha en este canal-
           
           
Nota de prensa:

            Cuando Tarragona Radio recibió la llamada de socorro de la embarcación en dificultades       lo comunicó inmediatamente a la Cruz Roja del Mar de Tarragona y a las 12h05 la   lancha de rescate Lima Sierra Nueve CRM se hacía a la mar hacia el punto indicado por los náufragos.
         
  
            Gerardo estaba sobrecogido y asustado.

            Yo también estaba aturdido por la situación.
           
            Después de haber hecho una llamada de socorro, el cuerpo y el espíritu no se te queda para muchas alegrías, te encuentras como en un estado irreal que parece que nada es verdad.

            -¿Que va a pasar? Me preguntó-.

            Yo le respondí:
            -Es muy probable que nos hundamos, tenemos que prepararnos para lo peor-

            -Vamos a abrigarnos bien-, continué diciéndole.

            Bajé al camarote donde estaba la bolsa de viaje, me quité el chaleco salvavidas para reajustarme la ropa, me desabroche el cinturón de los pantalones y metí por dentro los faldones de  la camisa  y el borde del jersey volví apretar el cinturón, esto lo hice para evitar que cuando estuviera en el mar el agua que entrara en contacto con mi cuerpo no saliera al exterior y perdiera calorías, metí por dentro de los calcetines los camales de los pantalanes, reapreté con doble nudo los cordones de mis botas para evitar perderlas cuando cayera al agua, busque en mi bolsa y tome un verdugo que había guardado me lo puse y metí el cuello por dentro del jersey me subí la cremallera del anorak hasta el cuello, cerré los broches  y me coloque el chaleco, pase las cinchas por entre las piernas y la cintura y subí al salón, le dije a Gerardo que me apretara los nudos lo más fuerte que pudiera, explicándole que debían de estar bien apretados para que el mar no nos lo arrancara ya que los nudos se aprietan hacia fuera cuando se está en la mar.

            Le dije que hiciera lo mismo que yo, que se abrigara bien que se pusiera lo máximo que tuviera.
                       
            Después le reapreté  bien el chaleco de igual manera que había hecho el conmigo.

            A continuación le dije:

            -Vamos a ir desmontando todo lo que podamos de dentro del barco que flote y tirarlo por la borda para generar un rastro y que así nos puedan localizar mejor, creo que es una buena idea-

            -¿Qué te parece?-
            -Lo veo bien-.

            -Vamos a hacerlo por turnos, empieza tú a desmontar-.

            Con todos los zarandeos que sufríamos, el exceso de ropa que llevábamos, los chalecos fuertemente amarrados, era un trabajo costoso moverse por el barco para desmontar y hacerse con todos los objetos, pero poco a poco íbamos quitando las cortinas de las ventanas, las de las puertas del salón  y las de los dos camarotes, fuimos  amontonándolas, así hicimos lo mismo con las tapaderas de madera de los cofres de las camas y colchones y colchonetas de los camarotes y del sofá del salón.

            Cuando tuvimos todo amontonado en el salón, abrimos la puerta corredera, la atrancamos para que no se cerrara y ocasionara daños y empezamos a lanzar todos los objetos por la borda.

            Veíamos como todo iba quedando atrás por la popa, mezclándose con la espuma de las olas, dejando un rastro que era el vaticinio del desastre que se avecinaba y que nosotros sabíamos que era inevitable.

            Con cada objeto que caía al agua era como si nos quitaran un trozo de nuestro ser, era como si nos fuéramos quedando desnudos a la intemperie, frente a los elementos, desposeídos y abandonados a nuestra nefasta suerte.

            Despojamos al barco de todo lo que no le hacía falta y que flotara, nos quedábamos sin nada, la embarcación era un despojo.
            La moral se iba minando, al ver el barco  como había quedado todo desmontado, desposeído de su calidez, asemejándose cada vez más en lo que se iba a convertir, en un pecio.

            El viento no amainaba, la mar embrutecida y una fina neblina producida por el agua y la espuma que arrastraba el furioso viento de las enormes crestas de las olas nos envolvía humedeciéndolo todo.

            Las tapas del suelo del pasillo de los camarotes empezaban a levantase por el efecto del agua acumulada en la sentina del barco, hacían un ruido crispante “plap, plap, plap”, era el replicar de lo que estaba por venir.

            El barco estaba muy resentido, por la cantidad de agua que ya había embarcado y todos los golpes de mar que estaba soportando.

            Como yo había temido las bombas no eran capaces a drenar toda el agua que embarcábamos.

            Yo ya no sabía que podíamos hacer para mantener el barco más tiempo a flote y evitar la tragedia.

            Llamé a Tarragona Radio explicándole lo que habíamos hecho, del rastro que habíamos dejado e informándoles de que la situación iba empeorando y que estábamos prácticamente al límite.

            Tarragona me comunicó, que iban a salir unidades de rescate en nuestra ayuda. Que había barcos de guerra, concretamente una corbeta y que se disponía a salir a la mar.

            El agua iba subiendo de nivel ya asomaba por encima del suelo de la cocina que es el compartimento más bajo del barco.

            Entre todas mis preocupaciones, había una que me intranquilizaba sobremanera y era que cuando saltásemos al agua permanecíamos mucho tiempo, los dos grandes problemas eran la deshidratación y la hipotermia por lo que teníamos que prepararnos para esto, era vital, por lo tanto le dije a Gerardo:

            -Gerardo, tenemos que beber mucha agua, por si tenemos que abandonar el barco-

            Saqué de la nevera todas las provisiones que quedaban y las distribuí.

Comenzamos a beber agua y a comer, sin ganas de tomar nada pero teníamos que prever nuestra permanencia y subsistencia como náufragos.

            Me bebí casi un litro y medio de agua, comimos un poco de pan de molde y unos trozos de embutido que llevábamos en nuestras provisiones para la travesía.
            El barco subía y bajaba entre las olas. Su comportamiento era más pesado, le costaba más reaccionar al impulso de las hélices, el peso del agua que estábamos embarcando afectaba a su navegación.

             En algún momento estuvimos al borde de ponernos de  través a las olas, afortunadamente en el último instante recuperamos la estabilidad y el rumbo del barco.

            A lo lejos se divisaba la costa y las enormes torres de la termonuclear.

            Gerardo y yo nos mirábamos como pidiéndonos el uno al otro si teníamos alguna fórmula magistral para poder salir de esta angustiosa situación.

            El barco cada vez que se escoraba por un golpe de mar le costaba más recuperar la estabilidad.

Notábamos como la estructura del barco se retorcía con cada embate de las olas.

            El agua sobrepasaba veinte centímetros el sollado de la cocina hacía rato que las tapas de la cubierta flotaban sueltas. Las puertas de los camarotes y el baño se habían abierto solas y no cerraban bien, el barco estaba deformado.

            En uno de los golpes de mar, el barco empezó a escorar a babor, era lógico ya no era estable, era un barco moribundo que estaba en las últimas.

            Tomé el micrófono y llamé:
            -Tarragona Radio aquí embarcación Seamar, me recibe, cambio-

            -A delante Seamar, le recibimos fuerte y claro, cambio-

            -Aquí Seamar, estamos escorando a babor, no creo que aguantemos a flote más de treinta minutos-
            -Tarragona Radio recibido, le comunicamos que una lancha de rescate de la Cruz Roja del Mar ha salido en su ayuda, cambio-

            -Seamar, recibido-

            -Con la escora que empezaba a sufrir el barco hacia la banda de babor, tendía a virar hacia la misma banda, por lo tanto había que forzar mas el motor de babor que el de estribor si queríamos mantener el rumbo a tierra de lo contrario nos atravesaríamos a la mar.

            Conforme pasaba el tiempo, la situación se complicaba más.

            El siguiente temor que me asaltó fue, cuando empezarían a fallar los  motores.

            El nivel del agua ya era importante y le estaría empezando a afectar al motor de babor que es el que estaba más sumergido, en el momento que el agua superara la toma de aire el motor se pararía y el barco sería ingobernable...

            No podíamos comprobar los motores porque estaban debajo del salón y quitar todo el sollado era bastante complicado dadas las condiciones del mar, pero el mismo nivel de agua debería de haber en el sollado de la cocina que en la cámara de los motores o un poco más.

            Verdaderamente estábamos asustados, sabíamos  que no tardaríamos en quedarnos sin el barco, nuestra tabla de salvación. Eso me aterraba.
            ¡Donde estarían los barcos de rescate, que no aparecían por ningún sitio!

            La desesperación y la impotencia estaban acabando conmigo.

            Yo me temía que con el huracán  que estábamos sufriendo que estaría alcanzando una fuerza siete, era difícil que los barcos de salvamento se hicieran a la mar y el que lo hubiera hecho sed vería obligado a retornar a puerto. A los helicópteros me imagino les sería imposible salir a volar por la magnitud del viento. Pero no perdía la esperanza ni la fe de que en algún momento se despertara la radio y nos dijera que nos estaban viendo y que nos rescatarían en un segundo. La esperanza es lo último que debíamos de perder.

            Con los movimientos que habíamos hecho dentro del barco, me asalto la manía de que se me estaba aflojando el chaleco, y me aterraba que lo pudiera perder en el agua. Creo que ya empezaba a estar muy azorado.

            -Vamos a reapretarnos el chaleco salvavidas, Gerardo-

            Yo se lo apreté a él y él me lo apretó a mí. Era importante llevarlo bien ajustado y en su sitio, una vez flotando en el mar puede aflojarse y perderlo y eso no, no lo podíamos permitir.

            El motor de babor empezó a fallar, comenzaba a tironear.

            Le daba sacudidas al acelerador para espabilarlo.

            Cada vez el tironeo era más fuerte.

            Al cabo de unos minutos falseando, el motor de babor se paró.

            Nos quedamos petrificados.

            Para evitar que el barco se atravesara a la mar y volcara, con el motor de estribor maniobré dando avante y a tras según convenía para mantener la proa hacia las olas, pero era una misión imposible, el mar nos podía, ya no avanzábamos éramos arrastrados por el temporal mar a dentro, éramos  un trozo de nada en la inmensidad del mar, un trozo de fibra a la deriva que pataleaba resistiéndose a lo inevitable, había sucumbido a las fuerzas de la naturaleza para la desgracia de sus tripulantes.
           
            Eran las 12h30

            Cogí la radio y llamé.

            -Tarragona radio aquí embarcación Seamar, hemos perdido un motor, por lo que la embarcación es ingobernable, una ola nos ha atravesado a la mar y tenemos una  escora de casi treinta grados, pronto vamos a salir a cubierta por si el barco vuelca, no queremos que nos atrape en su interior y nos hundamos con él-

            -Esta será nuestra última transmisión,  espero su respuesta. Cambio-

            -Aquí Tarragona Radio. Recibido. Buena suerte.


NOTA de Prensa

            A las 12h50 la lancha Mágnum de la Cruz roja del Mar de Cambrils se hizo a la mar.

            A las 13h00 un helicóptero del Parque de bomberos de la Generalitat  de Catalunya de            Sabadell, salía en dirección al parque de Bomberos de Tarragona para recoger un           bombero especialista del equipo de submarinistas de los que dispone el cuerpo.

            A las 14h30 despego un segundo helicóptero que se dirigió a la zona del hundimiento para  añadirse a la búsqueda de los náufragos.

            La Comandancia de Marina de Tarragona solicita al Servicio Aéreo de Rescate            (S.A.R.) ayuda para sumarse a la búsqueda.




           
             A las 15h03, un helicóptero del S.A.R. Salía de su base en Palma de Mallorca.
            A la misma hora el remolcador Catalunya perteneciente a la Generalitat suelta amarras          del puerto de Tarragona para incorporarse a la búsqueda.

            A las 16h el viento alcanzaba una velocidad de 70 nudos (130 Km./h)

            A las 16h30 la Mágnum de Cambrils regresa a puerto dado el estado de la mar.





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