miércoles, 9 de febrero de 2011

Capítulo Séptimo

Marte, dos de abril de 1.991.

           
            Por la mañana a las nueve cuando llegué al astillero observé que el barco ya no estaba, sobre las ocho treinta había salido hacia el puerto me comentó Juan el encargado de los carpinteros.

            En ese momento entró Peter en la nave y me dijo:

            -Armando, el inspector de buques irá al barco al final de la mañana, procura que este todo en orden para cuando él llegue y nos pueda dar el certificado-.

            -Estaré un rato en el despacho y después bajaré al puerto a ver cómo va la botadura y cerciorarme que todo está dispuesto para hacer las pruebas de mar-.

            Subí a mi despacho.

            Bueno empecemos el día, llamé al suministrador de efectos navales para que llevasen el equipo de salvamento del Nº 25 que está en el club náutico urgentemente, si pasara inspección de buques a final de la mañana y si faltara el material de seguridad y salvamento no nos darían el certificado. Les dije que sin falta como mucho en una hora. Además íbamos a salir a navegar para hacer las pruebas  del barco en la mar y el material de salvamento tenía que estar a bordo así como el ancla y la cadena.

Hice unas llamadas telefónicas organizándome para el viaje del jueves, preparando y repasando la liquidación del barco y contratando el seguro de transporte del mismo.

            Llamé a Electronaval para que me trajera un radio teléfono portátil, el mío lo tenía mal. Converse unos minutos con José María (el gerente) y le comente el viaje, invitándole a que me acompañara, sabiendo que se negaría, una porque tenía mucho trabajo y otra por que lo de navegar, lo justo y necesario.

            José María es un gran amigo mío, lo conozco hace más de diez años, es de mi misma edad, nos llevamos muy bien, además es el proveedor de la electrónica de los barcos, tiene una gran  empresa  y distribuye las mejores marcas del mercado, es el mejor, pero en esta ocasión el barco iba dotado de lo mínimo, solamente un V.H.F. de serie.

            Abrevié todo lo posible en las tareas de mi despacho ya que tenía que ir a la comandancia y no quería perderme las pruebas de mar del barco, me interesaba muchísimo y mas porque tenía que hacerme cargo yo de él y patronearlo hasta el puerto de El Masnou, con mayor motivo quería cerciorarme de su comportamiento y de su puesta a punto.

            El contable me dio la documentación del barco y el fax que había recibido de Cerdán con la fotocopia de la documentación de Gerardo la persona que venía a hacerse cargo del barco. Cuando me puse a repasar la documentación del tal Gerardo observé que no me había mandado el título de patrón, solamente el DNI lo cual me sorprendió mucho y me pregunté  ¿cómo coño se iba a hacer cargo del barco si no lo puedo registrar como patrón en la documentación de la Comandancia? Esto me sonaba a mí a tomadura de pelo por parte de Cerdán. Eso sí, si el tal Gerardo no se presentaba el miércoles por la tarde, por mis cojones que el barco no saldría el Jueves, lo aplazaría todo para la semana siguiente y entonces el que no iría sería yo.

Le dije al contable que yo me marchaba a la comandancia y al puerto, y que si surgía cualquier cosa que me llamara.

            Baje las escaleras, subí al coche y me dirigí a la Comandancia a visitar a mi amigo el Comandante Alameda.

            En la Comandancia de Marina el pasante me recogió la documentación y me inscribí yo como patrón de la embarcación y a Gerardo el chico que venía del Masnou, lo puse como marinero.

            Pregunté por el Sr. Comandante diciendo que le quería saludar, si no estaba ocupado. El ayudante se fue por el pasillo en dirección a los despachos, al momento salió y me comunicó que el comandante me recibiría enseguida.

            Salude al comandante Alameda, una gran persona, coincidimos en la escuela naval de la Armada en el C.I.A.F. (Centro de Información y Adiestramiento a Flote) donde se impartían las especialidades de Sonar y Radar, posteriormente también coincidimos  embarcados en el destructor antisubmarino D43 Marques de la Ensenada, que pertenecía a la 41 escuadrilla que estaba destinada en la Base de la Armada en Cartagena, nos unía una buena amistad.

D43 - Marques de la Ensenada  1.971
             El comandante era una persona muy recta y muy trabajadora, no era un tío de academia era un profesional que había entrado en la marina como especialista y había ido ascendiendo curso a curso hasta sargento y después ingresó en la escuela naval.

            Estuvimos charlando sobre el trabajo y la situación del astillero, recordamos algunas anécdotas de la armada y de la familia, fue un rato agradable.  Cuando nos despedimos, me recordó que tenía que traerle el certificado de Inspección de Buques cuando volviera el miércoles a recoger el pasavante de transporte.

Salí de la comandancia y conduje hasta el puerto deportivo, el cual conocía muy bien al haberlo dirigido durante tres años, allí es donde conocí a Peter que con el tiempo me ofreció la dirección comercial de su astillero.

           
El barco se encontraba en el varadero bajo de la grúa, le estaban colocando las bragas, dos cintas anchas que rodearían todo su casco, de la pluma de la grúa suspendía la enorme “H” hecha de vigas de hierro y que servía de separadores para que las bragas no apretaran en exceso la estructura de la embarcación, esperando poder levantarlo y proceder a su botadura.

            Víctor como siempre, allí estaba, organizando y diciéndole al personal lo que tenía que hacer, pendiente de todos los detalles para que la maniobra fuera perfecta. Esta maniobra es muy delicada, cualquier movimiento brusco puede hacer que el casco del barco se deslice de entre las bragas y pueda estrellarse contra el muelle, el barco se mantiene suspendido en el aire girando sobre su eje por lo cual hay que estar muy pendiente de la maniobra.

            La  grúa comenzó a levantar el barco hasta una altura de dos metros del suelo, la pluma giro en dirección al muelle, el contramaestre del club manejaba los mandos de la grúa y dos marineros dirigían los movimientos del barco con dos cabos amarados a proa y a popa para alinearlo con el muelle. El barco empezó a descender lentamente hasta que se posó en el agua.

            Víctor saltó a bordo y bajó a la sentina a comprobar que los grifos de fondo que alimentan la refrigeración de los motores no hicieran agua, así como los prensa estopas de las bocinas de los ejes  regularles a la mínima entrada de agua, estos necesitan que entre apenas unas gotas para así refrigerar los ejes cuando giran a elevadas revoluciones y evitar su calentamiento y desgaste por la fricción.

             A Víctor le gustaba hacer personalmente la primera comprobación y puesta en marcha de todas las embarcaciones que tocaban la mar por primera vez, era como un rito, una ceremonia, un privilegio. Esto no lo delegaba en nadie.

             A continuación amarraron el barco con dos cabos al muelle de la grúa y procedieron a liberarlo de las bragas y que flotara libremente.

             Esta operación de mantener el barco con las bragas hasta el último momento, se hacía para poder sacar el barco fuera  del agua lo más rápidamente posible si se le detectaba una vía de agua, todas las precauciones eran pocas.

            -Vosotros dos, aflojar las amarras y empujad el barco hasta la gasolinera- Dijo Víctor. La gasolinera se encontraba a  escasos quince metros y esta maniobra se hacía a mano, ya que los tanques de combustible del barco estaban vacíos y había que llenarlos para poder arrancar los motores y llevarse el barco a un punto de amarre.

            -Armando voy a llenar los tanques a la mitad para hacer las pruebas de mar, tenlo en cuenta para completarlos tu antes de hacerte a la mar el jueves- Me dijo Víctor.

            -Me doy por enterado Víctor, por cierto no entretengas las pruebas de mar, hazlas seguidamente, el inspector de buques viene hacia el medio día- Le dije.

            En dos minutos el barco estaba amarrado junto a la gasolinera y se dispusieron a cargar combustible, Víctor fue a comprobar que todos los latiguillos del combustible no tuvieran perdidas.
            -Quinientos litros Víctor- dijo el chico de la gasolinera.

            Una vez cargados los quinientos litros de combustible repartido entre los dos depósitos de que iba dotado el barco, Víctor abrió todos los grifos uno a uno comprobando que no perdieran y observar que el gasóleo llegaba a los filtros y a los motores, salió de la cámara de motores y nos dijo:

            -Voy a arrancar los motores y si no tenemos ningún inconveniente  salimos a la mar-

            ¿Tú vienes?

            -Si- Le contesté.

            -Quiero ver cómo se comporta en el agua esta unidad en especial, ya que la transporto yo al Masnou.

            ¿Y Pascal el electricista? Le pregunte.

           
            -Está viniendo, le acabo de llamar. Pascal es cumplidor, tú sabes que no falla nunca-

            -Quinientos litros Víctor- dijo el chico de la gasolinera.

            En ese momento llego Pascal.

            -Que, todo a punto- Dijo.

            -Vamos arrancar- Dijo Víctor.
  
            Subimos los tres a bordo. Pascal fue a comprobar las conexiones de las baterías a los motores y las tomas a tierra. Víctor se dirigió a la cámara de motores que se encontraba en el salón del barco para purgar las bombas inyectoras de gasóleo que alimentan a los volvos de 200 CV.

            Yo subí al puente alto para comprobar que las palancas de embrague estaban en punto muerto y después me situé en el puesto de mandos del salón, comprobé también la posición de las palancas de embrague y esperé a que Víctor me dijera que arrancara.

            -Armando, arranca estribor- Gritó Víctor desde la sentina.

            Giré la llave de contacto y el motor comenzó a toser queriendo arrancar.

            Víctor comenzó a acelerarlo directamente desde el motor, hasta que cogió un régimen normal de revoluciones.

            Salí a la bañera y me asomé a la popa para cerciorarme que por el tubo de escape estribor salía agua de la refrigeración.

            -Víctor, sale agua por el escape- Le dije chillando, ya que el ruido del motor era ensordecedor al estar las tapas de la cámara abiertas.

            -Después de estar rodando durante diez minutos, se procedió a detener el motor de estribor y comenzar a arrancar el motor de babor, el cual respondió perfectamente.

            Mientras los motores iban tomando su temperatura, Pascal y Víctor iban revisando conjuntamente todos los elementos mecánicos y eléctricos del barco, luces de navegación, claxon, limpiaparabrisas, flaps, iluminación interior, cocina, termo eléctrico, bombas de achique manual y automáticas, las tres formas de accionar el molinete desde el puente alto, desde el puesto principal y desde el mismo molinete y el V.H.F. la radio del barco. Lástima que el armador no lo hubiera dotado con piloto automático, plotter y G.P.S. me hubiera facilitado la navegación, esto ha sido una mala elección del cliente, siempre sale mejor instalado y probado desde el astillero.

            Llego Rafael  con todo el equipo de salvamento.

            -Armando, ¿donde colocamos esto?-

            -Ves subiéndolo todo a bordo y lo vamos colocando- Le dije.

            Cambiamos las defensas viejas provisionales que traía del astillero por las seis defensas nuevas; los cuatro chalecos salvavidas, las bengalas, el cubo, las balizas fueron a parar a los cofres del camarote de proa; los aros salvavidas, se amarraron en los pasamanos de proa, los dos extintores uno fue a parar a la cocina y el otro aun armario de la bañera, debidamente amarrados con sus sujeciones a los mamparos y los cien metros de cabo estibados en un cofre de la bañera.

            Teníamos todo lo necesario para realizar las pruebas de mar y comprobar el comportamiento del barco en su elemento.

            Como no vino ningún barco a repostar continuamos haciendo nuestras comprobaciones abarloados en el muelle de la gasolinera, hasta que Víctor dijo:

            -Vamos a salir a navegar-

            Entre al salón conecté el V.H.F. Sintonice el canal 9 y llamé al Club Náutico.

            -Aquí embarcación Seamar 900 llamando al Club Náutico de Santa Pola ¿me recibe? Cambio.

            -Aquí C.N. De Santa Pola, le recibo fuerte y claro Seamar. Cambio.-

            -Estamos saliendo a navegar para hacer pruebas de mar y probar equipos. Gracias por contestar, yo también le recibo fuerte y claro. Corto-.

            Subí al puente alto y me puse al mando de la embarcación. Víctor y Pascal se situaron en disposición de soltar amarras en proa y popa respectivamente. Desde arriba observé que habían aligerado las amarras y grité:

            -Pascal suelta proa-

            Con el timón a estribor, di avante lentamente al motor de babor y el barco pivotó a estribor ayudándose de la amarra de estribor.

            -Víctor suelta popa- Le dije.

            El barco salió navegando librando las embarcaciones grandes atracadas en el pantalán de cemento  paralelos al espigón de poniente hacia la bocana del puerto.

            Víctor recogió las defensas y Pascal subió conmigo al puente alto.

            Cuando salimos del puerto bajamos al puesto de gobierno del salón donde estaba Víctor y desde allí comenzamos las pruebas de mar. Víctor me dijo:

            -Vamos a comenzar en mil quinientas vueltas y subiremos de quinientas en quinientas hasta el tope de motores a las tres mil-

            -Entendido- Le conteste.
   
            Tomamos rumbo Sur y fuimos comprobando revoluciones y velocidad hasta llegar a los treinta y dos nudos de velocidad máxima a tres mil doscientas rpm. Hicimos un giro de 180º pusimos rumbo norte hacia tierra, se comprobaron temperatura de motores, comportamiento de la dirección y estabilidad del barco, comportamiento de los flaps, vibración de ejes entre otros puntos vitales de la embarcación.

            -Vamos a correr la milla- Me dijo Víctor.

            Correr la milla, consistía en pasar a la máxima velocidad entre dos puntos prefijados por dos marcaciones y cronometrarlos, de esta forma se sabía con exactitud la velocidad máxima que hacía la embarcación, esta operación había que hacerla dos veces a rumbos encontrados, es decir una de ida y otra de vuelta. Había que tener en cuenta el estado de la mar y la dirección del viento.
  
            Víctor se preparó con los prismáticos, el cronómetro y una tablilla, listo para que cuando estuviéramos en posición tomar las marcaciones y arrancar el cronómetro y pararlo en su momento.

            A una distancia de media milla de la bocana del puerto puse rumbo 080º paralelos a  la costa y aceleré al máximo. En un minuto llegamos a la primera marcación que se encontraba en la perpendicular de la farola verde del espigón del puerto y la torre de la grúa del Club Náutico.

             El barco se deslizaba con suavidad pero con firmeza.

            La segunda marcación estaba situada en la perpendicular del espigón de la playa de levante llamado “el portaaviones” y la casa que se encuentra en su vertical.

            Hicimos un crono de 112 segundos lo que equivalía a 32,143 nudos

            Seguí navegando al mismo rumbo durante una milla más aminore la marcha e hice un giro a estribor de 180ºy rumbo 260 hacia el puerto y aceleré hasta poner los motores a su máxima potencia, volviendo hacer el mismo recorrido pero a la inversa y cronometrando en los mismos puntos para sacar un promedio entre los dos recorridos.

            Los resultados fueron de 117 segundos de crono por lo que nuestra velocidad había sido de 30,770 nudos.
            Terminada la prueba, bajé la velocidad, caí a estribor y me dirigí al puerto

            Cuando llegamos al amarre nos estaba esperando el inspector de buques. Amarramos el barco de popa al pantalán, salí a la bañera para recibir al inspector.

            -Buenos días ¿cómo han ido las pruebas? Nos preguntó, mientras subía a bordo saltando a la plataforma de baño agarrándose al pasamanos.

            -Perfectas- Le respondí yo.

            Saludó a Pascal y a Víctor y pasó al interior.

            Víctor, le enseñó los resultados que habíamos obtenido en las pruebas de mar, a continuación le mostramos todo el equipo de salvamento mientras el inspector iba tomando nota en el certificado como que estaba correcto. Como el barco era de serie y no era la primera unidad, no hubo necesidad de hacerle las pruebas de estabilidad con sacos de tierra como lastre, aunque la Inspección de Buques podía exigirla cada cierto número de unidades, pero este no fue el caso afortunadamente, también es cierto  que para hacerlo nos hubiera tenido que avisar con días de antelación para preparar el lastre.

            Cuando terminamos de inspeccionar el barco firmo el certificado y me lo entregó, cosa que le agradecí, también le di las gracias por que hubiera venido  hoy ya que como bien le había explicado Peter salíamos de viaje el jueves de madrugada y para que nos extendiera el permiso de transporte la Comandancia necesitábamos el Certificado de Inspección de Buques.

            José Enrique, que así se llamaba el inspector, se marcho muy satisfecho, sabiendo que nos había hecho un gran favor y que nosotros se lo habíamos agradecido.

            ¿Que le falta al barco? Le pregunte a Víctor.

            -Repasar el poliéster aquí en el exterior y que los tapiceros traigan las colchonetas y las cortinas y mañana por la mañana un baldeo y listo- Me respondió.

            -Pues vayámonos a comer que ya es la una y media- Dije yo.

            Por la tarde cuando estaba sentado en mi mesa de la oficina, pensé que como era una tarde tranquila no tenía programada ninguna entrevista ni tampoco salir a visitar a cliente alguno, no estaría mal que planificara la ruta del viaje desde Santa Pola al puerto del Masnou, calcular los distintos rumbos hasta llegar a destino.

            En un al fondo del armario situado de tras de mí, tenia guardados en un estuche tubular toda mi colección de cartas náuticas de la costa española, estos mapas los iba adquiriendo conforme los necesitaba cuando salíamos a entregar o a probar un barco en las distintas zonas de nuestras costas, eran unos mapas magníficos confeccionados en un material plástico se podían hacer anotaciones, cálculos, trazar líneas sobre ellos sin deteriorarlos. Abrí el tubo saque todas las cartas y seleccioné las dos que cubrían la zona de costa por la cual iba a navegar el jueves día cuatro, guarde el resto en su estuche y desplegué los que me interesaban encima de la mesa.      

            En uno de los cajones, dentro de una bolsa, tenía guardados una regla, una escuadra, un cartabón, un transportador de ángulos, un compás y tres lápices de cera azul, negro y rojo, material imprescindible para poder trazar rumbos y hallar coordenadas y que me acompañaban en todos los viajes por mar, al emplear lápices de cera, se evitaba rayar y marcar las cartas y tenían una fácil limpieza, los saqué y los distribuí sobre los mapas.

            Encendí un cigarrillo le di una calada y me puse a la faena, esto de manejar las cartas trazar rumbos y sacar coordenadas me gustaba mucho, era muy entretenido además de ser muy importante, vital diría yo, saber en cada momento de la travesía donde se encuentra uno y que es lo que vas a hacer con antelación, me recordaba mi época de la escuela naval en Cartagena y años después más recientemente durante los estudios de las diferentes patronías.

             Cogí la regla la coloque sobre la carta y trace una línea azul que unía la bocana del puerto de Santa Pola con el vértice del Cabo de Santa Pola, con el compás tome la distancia y la llevé a la escala, 2,5 millas, con el transportador de ángulos calculé el rumbo al 083º; el siguiente punto era  llegar al Cabo de la Nao, que después de trazar la línea que lo unía al Cabo de Santa Pola dio una distancia de 50 millas a rumbo 049º.

            A partir del Cabo la Nao se me presentaba la duda de hacer rumbo directo al Cabo Tortosa que se encuentra en el Delta del Ebro, lo cual representaba separarse de la costa más de treinta millas  y perderla de vista durante más de media travesía, no, esta ruta no me convencía nada, el barco no llevaba instrumentación adecuada, era preferible ir más próximos a la costa aunque invirtiéramos más tiempo en la travesía, tampoco teníamos ninguna prisa y en la mar todas las precauciones son pocas. Tracé un rumbo 335º y una distancia recorrida de 49 millas que me situaba a cuatro millas de la perpendicular del puerto de Valencia.

            Como no me ha gustado navegar nunca al oscurecer entre dos luces,  porque todos los gatos son pardos, decidí que a las seis de la tarde era una buena hora para recalar a puerto para repostar y pasar la noche. Pensé en Vinaroz, un puerto que ya había recalado allí en otras ocasiones, también conocía un buen restaurante para cenar bien, ya que  llegaríamos con buen apetito, pero me habían hablado muy bien de Alcocebres y de su puerto deportivo de Las Fuentes, un sitio de nueva construcción y tranquilo. Me decidí por este último, siempre es bueno conocer lugares nuevos, lo localicé en la carta y trace una línea hasta la bocana del puerto que la tenía abierta al Sur. Distancia de Valencia a Las Fuentes 53 millas a rumbo 025º  pegados a la costa.

            Total recorrido para el jueves día cuatro, ciento cincuenta y dos millas como mínimo, a un promedio de velocidad de 20 nudos escasos, entre ocho y nueve horas de viaje, mas la salida de Santa Pola y entrada en Las Fuentes que se hace a muy poca velocidad, diez horas si todo va bien. Si nos coge algo de viento o mala mar, Dios sabe, que prefiero ir cerca de la costa.

            Todos estos datos, los fui anotando  en el centro cada una de las líneas de derrota que componían la ruta de Santa Pola a Las Fuentes  “Rumbo y Distancia”

            Bien, ahora continuaría con la segunda parte de la ruta, Las Fuentes- El Masnou para el viernes día 5.

            Lo que quedaba por trazar era más que sencillo, coloque la regla en la salida del puerto de las Fuentes y la oriente a la punta del Delta del Ebro en el cabo Tortosa separándome justo a tres millas de la costa esto suponía una distancia de 46 millas al rumbo 045º y lo anote con el lápiz de cera en la línea de rumbo, a continuación tracé la línea que unía el cabo Tortosa con la perpendicular al Delta del Llobregat, a la altura del aeropuerto del Prat, dándome un rumbo al 060º y una distancia de 72 millas, la distancia más larga de todos los tramos parciales y la que más me alejaba de tierra la pasar frente al Golfo de San Jordi y por último, rumbo 032 pasando a escasa milla y media del puerto de Barcelona, derechos hacia la bocana del club náutico de El Masnou 13,5 millas y final de ruta. Millas recorridas 131,5.

Ruta prevista

       

              Total del viaje 285 millas y pico, porque entre maniobras, estradas y salidas de puerto, alguna milla mas lo que significaba más tiempo en el viaje, pero bueno trataríamos de disfrutar de la travesía.

           
-Pasaría la noche del viernes en El Masnou y al día siguiente sábado regresaría a casa en  tren, entre llegar, desembarcar ir a comer algo, descansar un poco y había que liquidar el barco-

            ¡Coño!, eso era un problema, porque me darían efectivo y yo no me iba hacer cargo del dinero el viernes por la tarde, tendrían que  dármelo el sábado por la mañana y tomar el tren del medio día el que sale de Barcelona a las 12h00, por lo que llegaría a Alicante a las seis de la tarde-
            Bueno, mañana hablaría con Cerdán para organizar la recepción del barco y mi estancia allí.

            Había terminado con los cálculos en las cartas, recogí todos los artilugios de cálculo los metí en su bolsa, enrollé los mapas y los até con una cinta, luego iría a buscar al despacho de Peter un canuto de algún plano de barcos para guardar las cartas y protegerlas durante el viaje.

            Bajé al astillero y me dirigí al taller de tapicería para averiguar si ya habían llevado las colchonetas y las cortinas al barco, al llegar le pregunté a Pedro a lo que contestó que lo llevarían todo a última hora de la tarde y que se quedaría montado.

            A las siete y media de la tarde estaba cansado y tenía ganas de ver a los míos, salí del astillero subí al coche  y me marche para casa.

            Cuando aparque en Cabo Verde, así se llama la urbanización donde pasamos los veranos y la Semana Santa como ahora y cada vez que podemos tomarnos unos días de asueto, me encontré con mi hijo mayor que andaba con sus amigos, se acercó a mí para saludarme y aproveche para decirle si había cambiado de parecer y me acompañaba en el viaje, a lo cual me contesto que no que prefería quedarse.

            Bueno, por mí no había quedado en insistirle para que viviera una pequeña aventura.

            Posteriormente cuando me reuní con mi mujer se lo comente  ella lógicamente estaba de acuerdo con el chico y me dijo que no le insistiera más.

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